Con el perdón -o borrón y cuenta nueva- que Andrés Manuel López Obrador anunció para corruptos e impunes del sexenio de Enrique Peña Nieto y hacia atrás, mismo que provocó una ola de críticas en todos los sectores sociales, lo único que el presidente electo genera es más dudas e incertidumbre sobre el gobierno que empezará el 1 de diciembre.
¡Que Dios agarre confesados a los mexicanos que votaron y los que no por AMLO!, así amaneció México después de dos de los días más negros para él del lunes 19 y martes 20: al rojo vivo con otro tema polémico que es la creación de la Guardia Nacional.
Pero el asunto que más molesta seguramente es que en un programa de Televisa, el pasado 19 López Obrador dijo que no se aplicará la justicia a quienes se hayan enriquecido malamente con dinero público antes de su toma de protesta. Pero que sí habrá mano dura en su sexenio, no por delitos cometidos antes.
Sin embargo AMLO olvida que está anunciando un perdón por un dinero supuestamente robado que no es de su propiedad, sino de los mexicanos quienes se han enterado de escándalos de corrupción como el de Rosario Robles; de la estafa maestra, y de la llamada casa blanca comprada por Peña Nieto.
Y tampoco olvidar los delitos de Humberto Moreira, de Javier y César Duarte, de Tomás Yarrington, de Eugenio Hernández Flores y de Guillermo Padrés.
O sea, que según los dichos de López Obrador: que roben hasta el 30 de noviembre como siempre ha pasado en México cuando acaba un sexenio y se despachan en el llamado Año de Hidalgo: “Y que chingue a su madre el que deje algo”.