No me avergüenza decirlo: me encantan los “memes”.
Esta nueva forma de sintetizar una opinión, misma que se ha generalizado gracias a las benditas/malditas redes sociales, es uno de los motivos por los que no he cerrado mis cuentas de Facebook y Twitter.
Lo reconozco, muchas veces yo mismo me he metido a la moda y, debo decir, estoy bastante orgulloso con algunas de mis creaciones.
Entre mis “memes” favoritos puedo mencionar uno que ya tiene sus años pero sigue siendo vigente: el de una niña rubia (después me enteré que es una actriz infantil), quien aparece en la fotografía con un rostro de incredulidad mientras levanta las manos como preguntándose algo; se trata del famosísimo “O sea ¿qué pedo?”.
Ese “meme” lo he usado más de dos ocasiones y desde hace unos días no deja de estar en mi mente cada vez que leo las opiniones y notas que se han generado después de la terrible muerte de Oscar Alberto y su pequeña hija Valeria, ciudadanos salvadoreños quienes perecieron ahogados en el río Bravo intentando cruzar sin documentos a Estados Unidos.
La fotografía de los cuerpos de Oscar Alberto y Valeria sin vida a la orilla del río, ha dado la vuelta al mundo y se convierte en una nueva iconografía de la migración en Norteamérica, sumándose a imágenes como la de la pequeña que llora desconsolada mientras un agente de la Patrulla Fronteriza catea a su madre o la de los niños encerrados en jaulas en los centros de detención instalados por órdenes del loco Trump.
Como siempre sucede esta imagen ha movido conciencias, generado protestas y enardecido a los millones de guerrilleros del teclado que hoy exigen justicia para los migrantes, condenan la política migratoria de los vecinos del norte y no dudan en -otra vez- proponer que ningún mexicano bien nacido vuelva a poner un pie en un McDonalds, Burger King o Costco.
Aquí es donde me brinca el “meme”, porque cuando leo esta indignación la verdad ya no entiendo nada.
¿No es esta misma turba de rápidos deditos tecleadores quienes hace apenas unos meses se indignaron porque se estaba apoyando a los migrantes con visas humanitarias, medicina y atención médica? “¿Por qué a ellos sí y no a los millones de pobres de Chiapas?” se preguntaron al acordarse que en este país hay olvidados.
Aún retumba en mi cabeza las obesas palabras de un opinador local quien dibujaba un escenario apocalíptico, con campamentos de migrantes estacionados en el Parque Rufino Tamayo, a unos pasos de las casas de los “regiomontanos bien nacidos”.
Luego la moda cambió y la Guardia Nacional llegó a la frontera Sur. ¡Bravo! gritaron más de dos, mientras otros condenaban que las tropas estuvieron resguardando el territorio nacional.
Hoy que el mundo ve horrorizado la muerte de Oscar Alberto y Valeria, estas mismas voces exigen justicia para nuestros hermanos, citan la Biblia y se vuelven más compasivos que la Madre Teresa de Calcuta.
Gracias a esta foto los migrantes han dejado de esos extraños quienes “quién sabe qué mañas traen”. Hoy si son comprendidos y queridos porque es políticamente correcto decirlo y hacerlo.
Mañana una hondureña volverá a rechazar un plato de frijoles con arroz y la turba volverá a condenar a estos “malagradecidos”.
Mañana, cuando un nuevo video surja y la gente vuelva a estar hambrienta de un nuevo escándalo, Oscar Alberto y Valeria se convertirán en una anécdota más, en una foto en los periódicos, en una publicación perdida en nuestro timeline.
O sea ¿qué pedo México?
diasdecombate@hotmail.com