Ciudad de México.-
José Ángel “Mantequilla” Nápoles fue despedido por última vez por su círculo más íntimo: sus hijos, nietos, sobrinos y el resto de su familia más cercana en el panteón civil Dolores.
Una hora duró el entierro de Nápoles, un cubano que se consagró como boxeador en México, donde llegó como exiliado, luego de que huyera de la isla porque Fidel Castro declaró ilegal el pugilismo profesional. José Ángel, por aquel entonces, ya llevaba ocho combates como profesional. “Fue mi primer héroe, mi primer ídolo en el boxeo”, recordó Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo.
Contados medios se acercaron al entierro y los que se asistieron se encontraron con el panteón cerrado. La familia decidió estar en intimidad, tal y como fue su noche de entierro, sólo Sulaimán y Rafael Bazooka Limón, dos veces campeón de los Superpluma, estuvieron presentes. Limón fue uno de los amigos más cercanos de Nápoles, pasó el viernes y el sábado acompañándolo en su adiós.
“Falleció de un infarto el viernes. Ya no está sufriendo. El país siempre lo recordará por todas las alegrías que le hizo pasar”, sostuvo Pedro Nápoles Palencia, uno de sus hijos. “Mantequilla” arrastraba una serie de enfermedades en sus últimos años de vida. Padeció los estragos de la diabetes y ya mostraba algunos signos de Alzheimer. Además sufrió las consecuencias de la mala administración de su fortuna.