El Lencero, Ver.-
En sus manos porta un rifle de asalto con el que apunta en diversas direcciones. Junto con un grupo especial de sus compañeros, ingresa a una vivienda con la fuerza de un mazo para rescatar a víctimas de secuestro.
Yareli Villegas, una mujer menudita de 25 años, nacida en el sur de Veracruz, va de habitación en habitación empuñando el rifle, revisando cada esquina para enfrentar a los delincuentes. Su cuerpo carga un chaleco antibalas, fornituras, casco y armamento que en conjunto pesan 25 kilos. En la cintura cuelga una Beretta PX4 Storm Compact 9 milímetros y un cargador con 15 tiros.
Su padre es agente de la Policía estatal. Ella siguió sus pasos y hoy forma parte de Operaciones del Grupo Táctico SWAT, grupo altamente entrenado por personal del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) enfocado en intervenciones de alto riesgo.
“A veces hay miedo por diferentes cosas que han pasado, pero lo superamos. Tenemos que hacer un Veracruz mejor para nuestros hijos”, dice la madre de una niña y la oficial de la Secretaría de Seguridad Pública.
Se mueve como pez en el agua en la casa de prácticas donde entrena sus movimientos junto a un puñado de hombres que la acompañan. Con tres hermanos mayores se siente una igual, siempre escuchando y atendiendo recomendaciones de los más experimentados. “Todos somos iguales, nos tenemos que cuidar entre todos”, afirma.
Yareli relata que su padre, madre y hermanos se sorprendieron cuando decidió ingresar hace seis años a las filas de la Secretaría de Seguridad Pública del estado y la tacharon de loca. A la distancia, su familia está orgullosa de sus logros y fuerza para estar en un grupo especial de operaciones.
“Me encomiendo para llegar bien a Dios y mi familia”, afirma.
Yareli es un grano de hierro que conforman las mujeres en el combate a la delincuencia en Veracruz, una entidad que sexenio tras sexenio ha heredado una estela de violencia relacionada con la operación de bandas locales y cárteles de la droga como el Jalisco Nueva Generación, El Golfo y Los Zetas.
Sólo en el estado, de enero a agosto de 2019 se han registrado 962 homicidios dolosos, 218 casos de secuestro y 370 extorsiones, con una tendencia a superar los delitos que se presentaron el año pasado, pues en todo 2018 se reportaron mil 497 homicidios dolosos, 175 plagios y 578 casos de extorsión, de acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Grupo especial
Un total de mil 33 mujeres integran la fuerza de la Policía Estatal y 120 de Fuerza Civil; este último es un grupo de élite con adiestramiento de la Marina, la Secretaría de la Defensa Nacional, pero también de instituciones de países como Canadá, Estados Unidos, España, Francia, Guatemala, Israel, Italia y República Checa.
Entre sus tareas están el combate de los grupos de la delincuencia organizada, contención y disminución de los delitos del fuero común y auxilio a la población en casos de desastres naturales, desarrollo de actividades de inteligencia policial, gestión social y atención a las causas de la delincuencia y prevención del delito.
La firmeza femenil se encuentra diseminada en cada área de la SSP-Veracruz, desde la División Fuerza de Reacción y Apoyo, División Fuerza Estatal de Caminos, Compañía K9, Compañía Marítima y la Compañía de Caballería, con todo y sus áreas operativas, como Grupo Tajín y Fuerza Civil.
La larga lista de oficiales que combaten el delito está integrado por jóvenes mujeres y madres de familia que tras años de lucha encontraron un camino abierto para hacer lo que les apasiona, como son los casos de las oficiales Yanet Cote, Rosa Ilesa Montero, Esther Ramírez, Sindi Rodríguez y Rubí Sandra Sánchez.
Están altamente capacitadas, con cursos que van desde formación inicial para policía, primer respondiente y procesamiento del lugar de los hechos, táctico SWAT, primer respondiente con perspectiva de género, primer respondiente del año y procesamiento del lugar de los hechos, entre otros.
Una de estas mujeres es la oficial Luisa Pelayo García, quien pertenece al Grupo de Operaciones Especiales, una unidad élite de la Fuerza Civil dedicada a llevar a cabo operaciones especiales y encubiertas.
Portando una pistola escuadra 9 milímetros en la cintura y un rifle Iwi calibre 5.56 –con una cadencia de tiro de 700 disparos por minuto– la mujer de 40 años pertenece al grupo con alto grado de adiestramiento, disciplina, tolerancia al dolor, control de emociones, valor, capacidades físicas, sicológicas y de combate.
“Esta profesión me gusta. Desde chica me llamaba la atención y de grande quise pertenecer, pero ya sabe, el machismo; antes era difícil”, explica la oficial que hace cinco años ingresó a las filas de la Secretaría de Seguridad Pública del estado.
Desde su ingreso ha sido entrenada para el rescate de rehenes, operaciones de alto impacto aéreas, marítimas y terrestres, así como acciones antinarcóticos y combate del crimen organizado.
“Fue difícil. Ahora, de grande, se me facilitó porque a las mujeres les dieron más espacio”, relata, mientras muestra con gallardía el impecable uniforme: el chaleco antibalas, los cargadores con balas y, por supuesto, el escudo de la corporación.
“Me siento orgullosa porque el uniforme para mí representa todo. No se puede explicar con palabras, es un orgullo portarlo”, agrega como si hiciera falta que lo explicara. Su capacidad le ha valido el respeto de sus compañeros hombres y mujeres por igual.
En ocasiones, asegura, le duele Veracruz. Se trata de una entidad con episodios graves de inseguridad. “Todavía no llegamos a tener seguridad completa, pero aquí estamos para eso, le estamos echando ganas”, afirma mientras retoma su puesto.