Tijuana, B.C.-
Desde el año 2010 al menos 24 migrantes han sido asesinados por la Patrulla Fronteriza, en la línea divisoria entre México y Estados Unidos. Activistas denunciaron que la política para evitar las deportaciones se ha convertido en “balas contra piedras”.
Organizaciones en defensa de los migrantes condenaron el asesinato de un hombre, del cual se desconoce aún su identidad, quien intentó cruzar la frontera por las montañas de Tijuana, Baja California, el martes pasado por la noche.
El Departamento del Alguacil de San Diego, California, informó que un agente de la Patrulla Fronteriza que vigilaba la zona fue golpeado en el rostro por una piedra lanzada por uno de tres migrantes que cruzaron a Estados Unidos de forma ilegal.
“Uno de los agentes fue golpeado en la cara por una piedra arrojada por uno de los sospechosos. Temiendo por su seguridad, el agente disparó su pistola de servicio contra el hombre”, detallaron en un posicionamiento oficial.
Christian Ramírez, director de la Coalición de Comunidades Fronterizas, informó que con este asesinato suman 24 decesos de migrantes a manos de la Patrulla Fronteriza desde 2010; este año ya se han registrado dos.
“Nosotros siempre hemos establecido que Patrulla Fronteriza debe dar a conocer al público en general, en particular, su política sobre el uso de fuerza letal. Lastimosamente, el jefe de la Patrulla Fronteriza hizo declaraciones donde aseguran que pueden utilizar la fuerza letal ante cualquier amenaza que detecten”, lamentó.
Ramírez agregó que esta política va en contra de todo lo que han trabajado las organizaciones en defensa de los indocumentados. La política es clara, dijo, utilizar la fuerza letal en contra de cualquier amenaza contra sus agentes.
“Va en contra de los derechos constitucionales de las personas, atenta en contra de la dignidad de las personas y pone en peligro a la sociedad civil”, denunció y dijo que desde el año 2010 sólo cuatro casos han sido investigados; en todos determinaron que fue justificable el uso de fuerza letal.
“Los demás quedaron en un limbo legal y los agentes gozan de total impunidad”, lamentó Rodríguez.
Actualmente, alrededor de 55 mil agentes resguardan los límites entre México y Estados Unidos, desde el año 2010 se recrudeció la vigilancia de la frontera.
Cuatro años en la impunidad
Este caso recuerda el de Anastacio Hernández Rojas, un migrante potosino que fue asesinado por la Patrulla Fronteriza la noche del 28 de mayo del año 2010. Fue torturado por una veintena de agentes migratorios en la puerta de deportaciones, ante la mirada de funcionarios de ambos países que no hicieron nada para evitar su muerte.
—Noooo, yaaaa ayuda. Ayúdenme. Ya, por favor, señores ayúdenme. Ayúdenme, por favor. Noooo. Nooo déjenme señores— gritó durante varios minutos desgarradamente, y pidió clemencia hasta que su corazón dejó de latir.
La muerte de Anastacio fue grabada por dos usuarios de la garita internacional de San Ysidro, que se encuentra entre Tijuana y San Diego, California; sin embargo, ni las evidencias tangibles han sido suficientes para lograr encarcelar a quienes asesinaron brutalmente al migrante potosino.
No obstante, el año pasado la muerte del migrante ha llegó hasta el gran jurado de Estados Unidos, convirtiéndose en el primer caso de un indocumentado mexicano en llegar a esta instancia.
El gran jurado de EU podría determinar si existe fundamento para creer que las personas acusadas cometieron el delito y así enjuiciar inicialmente a los agentes migratorios en los tribunales superiores.
Cuando Anastacio murió aquella noche de marzo, sus hijos apenas tenían cuatro años, Daniel y Daniela. María Puga, su viuda recuerda que los llevó a despedirse de su padre al panteón, el día que lo “vieron preguntaron que qué le pasó a su papá, que cuándo regresaba su papito, que su papi no estaba enfermo…”. Llena de dolor, María les contestó que jamás regresaría.
Ahora sus hijos tienen casi siete años, ya van a la primaria. Cuenta María que la pequeña Daniela hace manualidades y adornos en la escuela. Cuidadosamente decora la lápida con los adornos que cada domingo le lleva a su papá a la tumba. “Es lo único que le queda, pues que más le queda…”, suspira su viuda.
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