Ecatepec, Méx.-
Desde hace tiempo Adriana, de 37 años y madre de cuatro hijos, es taxista y la última semana de febrero llevó del Metro Ciudad Azteca a la Plaza de las Américas a tres personas asiáticas, dos adultos y un menor, que usaba cubrebocas. Días después comenzó a sentirse mal, contrajo el coronavirus.
Sin saber que era portadora y sin malestar alguno continuó trabajando. Hizo innumerables viajes dentro del municipio, a Tecámac, al Valle de Teotihuacán, así como a la Ciudad de México, en los que estuvo en contacto con decenas de usuarios.
El 12 de marzo presentó los primeros síntomas y acudió al Hospital de Las Américas, del Instituto de Salud del Estado de México (ISEM), en Ecatepec, donde le diagnosticaron influenza tipo J11.
La regresaron a su casa y le pidieron que comprara paracetamol y naproxeno. “De repente me sentí peor, mis primeros síntomas fueron dolor de cabeza, me dolía el pecho, como cuando te duele de tanto que toser. Tuve tos, luego se me quitó, presenté síntomas y luego desaparecieron”, cuenta vía telefónica.
Bañaba la cama con el sudor. También sufrió de temperatura, “como 40 minutos tuve calentura de 40.5 grados y poco a poco empezó a bajar, pero vinieron las sudoraciones, de esas que bañas la cama.
“Yo pensé que era una gripilla o una cosa así, porque me dio una diarrea que me duró cuatro horas. De la nada, estando recostada, sentí mucha agitación, como si hubiera corrido un maratón, fue entonces cuando me espanté “, narra.
Explica que el 14 de marzo acudió al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, donde pagó mil 492 pesos por la prueba del Covid 19; se fue a su casa y dos días después le dijeron que dio positivo.
Adriana está asilada en una recámara de su casa en la colonia Valle de Aragón, Segunda Sección, donde sólo la cuida su hijo de 14 años, quien se protege con guantes y un cubrebocas, dice que no tiene contacto con el menor. La cuarentena la ha sobrellevado casi en el abandono.
El sufrimiento ha sido muy grande, dice, por los dolores en el pecho y el cansancio extremo que, literalmente, la tiraron.
A 16 días de que confirmó el padecimiento, el malestar ha disminuido; sin embargo, no todo va bien: “Me arde la piel, como cuando te brinca una gotita de aceite hirviendo, así, pero en todo el cuerpo, ya tengo cuatro días así. Me meto a bañar porque no soporto ni el roce de la ropa, es más, el agua duele”.
Antes le daban unos 10 ataques al día, ahora uno; además, era constante la falta de aire, “bajar una escalerita de mi cuarto a la sala era como haber caminado un kilómetro”.
A través del teléfono comenta que no le da hambre, sólo come un poco de gelatina. Hace unos días comió consomé de pollo y lo vomitó.
“La semana pasada sentía que me moría, mis compañeros por videollamada me decían: ‘Ay mija, estás muy flaca, te vas a morir’. Sí me veía bastante mal. Mi color de piel cambió, traía los ojos muy hundidos, tenía ojeras y la boca muy blanca.
“Hoy estoy segurísima de que voy vivir, pero siento que ya no va a ser lo mismo. Yo era una persona que fumaba mucho y ahora no aguanto ni el olor”, enfatiza la mujer, quien espera que en algún momento las autoridades se acerquen a ella para conocer su caso, pues hasta el momento ninguna lo ha hecho.