Monterrey, N.L.-
Mucho se ha dicho y escrito sobre el lugar en la música mundial que está reservado para el genio Ennio Morricone, quien falleció este 6 de julio a la edad de 91 años de edad.
Sin embargo el 29 de mayo de 2008, Monterrey fue testigo del perfeccionismo y compromiso con su público que caracterizó al creador de obras tan relevantes para la música como El Bueno, El Malo y el Feo, Erase una Vez en América, Los Intocables, La Misión y muchas otras más.
Ese año el compositor se encontraba en la gira mundial Musica per il Cinema, que contempló tres presentaciones en nuestro país: Una en la Ciudad de México, otra en Guadalajara y una más en Monterrey.
En esta gira el maestro estaba acompañado por la Roma Sinfonietta, el Coro de México y la soprano Susana Rigacci quien, sin planearlo, le mostró al público regiomontano lo comprometido que Morricone estaba para ofrecerle a su audiencia el mejor espectáculo posible.
El concierto, que se llevó a cabo en la Arena Monterrey, arrancó con el tema de Los Intocables, la película de Bryan DePalma que le dió a Sean Connery el único Premio Oscar de su carrera.
La presentación continuó con clásicos como El Tema de Deborah (de Erase una Vez en América), El Bueno, el Malo y el Feo y el tema de La Misión.
Fue entonces cuando llegó el momento de interpretar The Ectasy of Gold, de la banda sonora de El Bueno, el Malo y el Feo. Tal y como lo había hecho en cientos de ocasiones, la soprano Rigacci tomó el escenario y llenó la Arena Monterrey con su potente voz.
Sin embargo, cuando el tema terminó, algo no estaba en su lugar. El público presente, muchos de los cuales conocen de memoria este tema de Morricone, sabían que la soprano no había dado su mejor interpretación. Lo que en ese momento nadie sabía es que tanto el maestro, como Rigacci, también estaban conscientes de ello.
Cuando llegó el final del concierto y la gente solicitó con sus palmas el clásico encore para invitar al maestro a regresar y ofrecer otro par de temas, sucedió algo que nadie se esperaba.
Tomado de la mano con Rigacci, Morricone volvió al escenario y ordenó a su soprano y la Sinfonietta que volvieran a tocar The Ectasy of Gold. Esta vez el tema sonó perfecto.
Visiblemente aliviado, Morricone agradeció los aplausos del público regiomontano quien fue testigo del perfeccionismo que siempre buscó el músico italiano y que lo ha asegurado un lugar en la música mundial.