Higueras, N.L.-
En Europa, a finales del siglo XIX el incremento de defunciones en menores de edad se debía a diversas fiebres y a la viruela, lo que originó una costumbre que venía de París y se generalizó en México: fotografiar a los niños difuntos de entre 0 a12 años.
Leticia Montemayor, cronista de Higueras, dijo que esta práctica nació más o menos a mediados de 1800 y rápidamente se volvió una costumbre en todo el mundo.
“Los llamados ‘angelitos’ recibían ese nombre porque se argumentaba que por su corta edad, no tenían pecados y subían al cielo beatamente. Anteriormente, por medio de la pintura se representaban a los niños difuntos volando, subiendo al cielo”, expresó.
Señaló que en esta época la fotografía se propagó, plasmando ese extraño gusto, de guardar el recuerdo de los niños que no habían tenido la oportunidad de vivir lo suficiente, como para tener diversas etapas de su vida en imágenes.
“Para embellecer el cadáver del menor los fotógrafos, los vestían con el hábito de algún santo, lo rodeaban de flores y plantas. Extendían manteles tejidos y lienzos de tela en el lugar donde acomodaban al difunto en posición como si estuviera dormido”, dijo la autora del libro “Voz y sentimiento” y acreedora a la medalla al mérito cívico Coronel Ruperto Martínez por el Ayuntamiento de Higueras.
La historiadora dijo que también se acostumbraba rodear de juguetes y colocar a los familiares o los padres, al lado del pequeño para perpetuar el momento.
“Las flores y las plantas se usaban para simular la vida, además retocaban o dibujaban los párpados para aparentar que tenía los ojos abiertos”, comentó.
También se acostumbraba fotografiar adultos difuntos, dijo.
“Se supone que al fallecer alguien lo vestían con las ropas más elegantes que tuviera y lo sentaban en un sillón con todos los familiares alrededor y le tomaban una fotografía para tener un último recuerdo antes de sepultarlo”.
En Higueras hay dentro del panteón antiguo, a mano izquierda, un espacio que llaman “el rincón de los angelitos”, porque ahí sepultan a los niños que fallecen.
En ese lugar, cuentan los viejos, que la tierra no está contaminada, razón por la cual no se sepultan los menores con los adultos, indicó.
La fotografía que proporcionó, fue tomada el 9 de mayo de 1918 y pertenece a la familia higuerense de don Cipriano González y su esposa doña Rosaura Martínez Garza con su hijo Raulito quien falleció al poco tiempo de nacido.
“Don Cipriano fue hermano de mi bisabuelo José María González y doña Rosaura sobrina de Encarnación Martínez, hermano del coronel Ruperto Martínez”, dijo.
En otra imagen aparece la tumba del general Juan José Montemayor, pariente de la cronista.