Hay un momento en la vida en el que nos queda claro que lo que no hagamos por nosotros mismos, no lo hará nadie más. También se puede llegar a un nivel de consciencia en el que debemos reconocer que gran parte del daño acumulado a lo largo de nuestras vidas, especialmente durante nuestra vida adulta- fueron daños que permitimos o provocamos ya sea debido a nuestras decisiones o indecisiones. Sin duda, habrá quien ofrezca apoyo, buen consejo, algo de orientación, compañía y hasta algo de intervención.; pero nadie puede dar los pasos hacia la salida por nosotros. Cada uno de nosotros escribe su propia historia…Y, algunas de esas historias comienzan mal desde el primer capítulo, el de la infancia, cuando se es más vulnerable física y psicológicamente y la personalidad comienza a formarse o a deformarse a medida que se constituye durante los primeros cinco años de vida. Durante esa etapa, el espíritu se constituye o se destruye.
En el mundo existen millones de personas muy dañadas desde temprana edad. Dañadas por el abandono, la soledad, la violencia, el abuso psicológico, la disfuncionalidad del entorno, la negligencia, la falta de afecto y atención que carcomen desde su origen la raíz de la autoestima. No es extraño que al llegar a la edad adulta esas personas se conviertan en pepenadores o en depredadores emocionales. Es decir: se resignan a vivir de migajas afectivas, o se dedican a sacar ventaja de los sentimientos ajenos sin comprometer los sentimientos y afectos propios que son prácticamente inexistentes. El binomio resultante es de víctima o victimario y ambos carecen de recursos psicológicos suficientes para evitar perpetuar el daño y construir relaciones saludables, solidas, confiables y duraderas.
Muy pocas personas son como el famoso icono mítico del Ave Fénix, capaz de resurgir de las cenizas, porque la mayoría viven “cegados” por el sórdido dolor y la profunda vergüenza que les causa su propia condición. De hecho, el sentimiento de vergüenza es muy importante, porque ningún otro sentimiento es más pernicioso ni más perturbador en nuestro sentido de identidad.
Pero, llega un momento en el que ya resulta absurdo echar culpas, retorcernos en vergüenzas, buscar venganzas, auto flagelarse, o amargarse nadando en nuestro propio dolor, ¡Basta ya! Independientemente de lo que nos haya tocado vivir, de los errores cometidos, de las consecuencias, de las circunstancias, o de nuestros miedos y vergüenzas, una cosa es cierta: Siempre es un buen momento para dejar el pasado atrás y para empezar de nuevo, desde cero si es necesario y dejar de repetir patrones de conducta, actitudes o esquemas mentales que, probado está: no nos funcionaron. Ser tu propio héroe no es fácil, requiere de valor, determinación, fuerza y voluntad; y además no es algo que sucederá de la noche a la mañana. Sin embargo el primer paso es ya un avance. Asumir las riendas de nuestra propia existencia en lugar de dejar que la vida nos arrastre, es el primer paso para retomar el rumbo es el primer requisito para llegar a donde queremos ir. Y, cuando hayas retomado las riendas de tu vida, si quieres hablamos, si quieres cabalgaremos juntos, porque entonces tendrás mi respeto, mi admiración y mi reconocimiento de que eres un verdadero héroe de tu propia vida.