Qué buena balconeada se llevaron los diputados federales esta semana cuando un integrante de este órgano de gobierno regresó un cheque por más de 800 mil pesos, por concepto de boletos de avión, que se supone debería de haber usado para el traslado a su lugar de origen. Esto causó revuelo a nivel nacional, pues descobijó una de las tantas canonjías que tienen nuestros servidores públicos en el edificio de San Lázaro que ahora nos damos cuenta que hasta agencia de viajes tiene en el interior de éste.
Recordemos que la llamada Cámara baja está compuesta por 500 diputados, 300 electos por mayoría relativa y 200 por representación proporcional, que si bien en ese rubro de los boletos de avión, nada más en esto, los mexicanos gastamos casi 500 millones de pesos.
Dónde está entonces eso que prometen y ofrecen en campaña que van a trabajar para el pueblo y por el pueblo, si tenemos meses de recesión económica, y ningún integrante del Congreso ha pugnado para que los excesos que ahí tienen sean balanceados, con gastos sólo necesarios y dejar de lado todos esos gastos superfluos.
Si el ejecutivo acaba de hacer un recorte por 85 mil 000 millones de pesos al presupuesto y el Congreso le aprobó un déficit de 1.8 por ciento del PIB, ¿cómo nuestros legisladores siguen gastando como si estuviéramos en epoca de bonanza y no hacen conciencia de que estamos en epoca de vacas flacas? Esto porque el recorte presupuestal debe ser parejo incluyéndolos a ellos que también son ciudadanos mexicanos como cualquiera de nosotros.
No cabe duda que México sigue teniendo la política más cara del mundo, pues en otros países los representantes populares son personas de la sociedad civil, que tienen un nombramiento honorífico y que sí trabajan por el pueblo sin cobrar exorbitantes cantidades como sueldo y sin todos los beneficios económicos que aquí tiene un diputado federal, que inclusive no se le puede juzgar como a cualquier mexicano pues aquí hasta fuero para delinquir tienen.
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