El uso de tácticas de espionaje y contraespionaje son una práctica recurrente en la mayor parte de los países del planeta, si no es que en todos.
El programa israelí Pegasus es utilizado para ese fin, y consiste en un spyware que se instala de manera inadvertida a los equipos de telefonía celular para robar la información que contiene el aparato, además de escuchar todas las conversaciones que se realicen.
El gobierno mexicano lo adquirió desde la época del presidente Felipe Calderón, para espiar, no solo a potenciales terroristas y narcotraficantes, sino también a potenciales opositores al sistema político, según reveló una investigación periodística, cuando su objetivo debería ser únicamente para proteger al país de peligros que atenten contra la seguridad y soberanía nacional.
La periodista Carmen Aristegui documentó que mediante este programa se espió a alrededor de 15 mil periodistas y activistas sociales, que investigaban la corrupción en el anterior gobierno.
Hay quienes han especulado que, a partir de estas acciones de vigilancia a periodistas, activistas y defensores de derechos humanos, ocurrieron una serie de ciberataques en contra de comunicadores y otros personajes que han sido muy críticos del gobierno.
Intervenir llamadas telefónicas no es nuevo, pero se requiere de una orden judicial, a fin de que el Ministerio Público pueda hacerlo. Pero el programa Pegasus, no sólo lo utilizaban las áreas de inteligencia del gobierno, sino también la Marina, el Ejército, la Policía Federal y muchas más instancias del gobierno federal.
El programa Pegasus no es malo, lo que está rotundamente equivocado es darle un uso que no corresponde a los fines para el que fue creado, el proteger la seguridad y la soberanía del país.
Por eso, cuando el Presidente López Obrador declaró en una de sus entrevistas “mañaneras” que en su gobierno no se espía a nadie, cometió un error, porque las actividades de espionaje y contraespionaje, deben llevar cabo a través de organismos institucionales, con personal profesional y con apego absoluto a la Constitución General de la República y a las demás leyes que norman la vida de nuestra sociedad.
Espiar a los “malos” para anticiparse a sus operativos que dejan una estela de sangre y terror no está mal. Para eso están las áreas de seguridad e inteligencia nacional. El problema surge cuando los políticos deciden espiar a sus adversarios.
El problema no está en el programa espía, sino en quienes hacen mal uso de él.