Las Vegas, E.U. / Septiembre 15.-
Luis Miguel causa diferentes reacciones cuando interpreta baladas y canciones de música tradicional mexicana: Con las primeras arranca suspiros y conmociona sobre todo a las mujeres que actúan como si “El Sol” les cantará delicadamente al oído; mientras que cuando llega el mariachi al escenario, los hombres también lo adoran.
“¡Que viva México!”, grita tres veces consecutivas el cantante. Entonces, los hombres levantan su copa orgullosos, y eliminan el pudor que minutos antes los invadía para sacar el sentimiento patriótico, y sentirse bien mexicanos, en Las Vegas, la ciudad estadounidense del juego.
A diferencia de sus conciertos en el Auditorio Nacional, Luis Miguel sí reparte besos a las bellas mujeres que acuden al Coliseo del Hotel Caersar’s Palace (uno de los más prestigiosos en esta ciudad), quienes lucen vestidos cortos y escotados, por sí acaso “El Sol” voltea a mirarlas.
Las que se encuentran en las primeras filas tienen más ventaja. Son en su mayoría mexicanas que viven en Estados Unidos; algunas otras socialités de la ciudad de México y Monterrey. Las hay morenas, rubias, altas, bajitas, de cabello largo, jóvenes y con cuerpos esculturales. Todas parecen perseguir el mismo fin: atraer la atención de Luis Miguel.
Mientras él, con su sonrisa y bronceado perfecto, hace señas a su staff de audio (es por demás perfeccionista en sus conciertos), guiña un ojo a las mujeres que caen redonditas. Habrá quienes piensen que por haberle tocado la mano al cantante “valió la pena pagar poco más de 200 dólares”.
El espectáculo de “Luismi” es casi el mismo que presenta cuando hace temporadas en el Auditorio Nacional. Evidentemente estos son conciertos más íntimos, porque el foro alberga a cuatro mil personas por noche. El del domingo fue el segundo de cuatro conciertos que ofreció el intérprete como parte de los festejos en esta ciudad por las fiestas de la Independencia de México.
Su discurso es casi completamente en español, aunque no descuida a su público anglo: “Es un privilegio estar celebrando aquí en el Caesar’s Palace a nuestro querido México. ¿Cuántos aquí no hablan español?”, pregunta. De entre las 10 primeras filas se levanta una mano. “Ok, tengo para ti una canción esta noche”, responde Luis Miguel en inglés.
Entonces suena “Come fly with me”, el mismo tema que grabó con Frank Sinatra en el álbum del legendario intérprete, “Duets II”. En las pantallas aparece la imagen de “la voz de los ojos azules”, y Luis Miguel sentado en un banco canta. Aunque la pieza causa emoción entre el público, éste prefiere escuchar “las clásicas”.
De ahí que por el repertorio pasan “Suave”, “Sol, arena y mar”, “O tú o ninguna”, “Hasta que me olvides”, “Besame mucho”, “Amor, amor, amor”, “Devuélveme el amor”, “Entrégate” y “La incondicional”.
El segundo segmento de la noche llega con el mariachi. Luis Miguel cambia su tradicional traje, por un saco negro de terciopelo y una camisa oscura desabotonada. En las cuatro pantallas de Leds, aparece una bandera mexicana. Se desencadenan los gritos entre los asistentes, y los hombres entran en acción coreando a todo pulmón “Si nos dejan”.
“El Rey”, “Que seas feliz” y “De qué manera te olvido” son algunas de las canciones que conforman el segmento de música mexicana.
Después de una hora 45 minutos, el concierto termina. Afuera, en el Casino del Caesar’s Palace suena la música electrónica, y dos mujeres bailan eróticamente en un tubo enfundadas en un diminuto traje de charol, mientras algunos de los visitantes apuestan. La socialité mexicana grita con orgullo: “¡Viva México!”.
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