Hace tiempo un grupo de amigos platicábamos respecto a lo curioso que pueden funcionar las personas cuando tienen y no tienen necesidad y lo distintas que son las culturas de México y Estados Unidos.
Es cierto, para quien no estaba presente en esa plática, entender cómo esas dos ideas podían relacionarse es casi lo mismo que intentar comprender el relajo de la reforma energética, sin embargo denme la oportunidad de explicarme.
La pobreza no tiene fronteras y gente menesterosa la vas a encontrar en la Plaza Principal de Reynosa como en los expressways de McAllen. Sin embargo los recientes desastres por inundaciones que afectaron a Tamaulipas, me han puesto a pensar sobra la forma en la que reacciona el mexicano al momento de una crisis.
La imagen ya es clásica, cuando sucede un desastre muchas personas -bueno, no tantas como debería- se vuelcan a los centros de acopio con una botella de agua, una bolsa de pañales o hasta la lata de frijoles que tenía tres semanas arrumbada en la parte más oscura de la alacena… la intención es lo que cuenta ¿o no?, se justifican muchos.
Lo mismo sucede en Estados Unidos. Se abren cuentan bancarias, la televisión se inunda con lacrimógenos spots donde una semi celebridad al borde del llanto clama por las donaciones de los televidentes.
Hasta ahí estamos bien… México y Estados Unidos saber ser solidarios, un aplauso a ambas sociedades, por favor.
El asunto -por lo menos lo analizábamos en la plática a la que me referí al inicio de esta columna- es con las personas que sufren directamente del desastre. Los medios se han encargado de darnos cuenta de cientos de historias de personas que perdieron todo y para quienes un puñado de frijoles es más valioso que un Centenario.
Hace un par de años tuve la oportunidad de cubrir las secuelas del huracán Katrina en la ciudad de Nueva Orleans. Las imágenes de inundaciones que vimos mi compañero Jesús Ventura y un servidor no eran muy diferentes a las que todavía existen en Tampico, Matamoros y algunas partes de Reynosa.
De hecho, y de acuerdo a lo que presenciamos, el agua y los vientos del huracán no fueron los culpables de las peores destrucciones en Nueva Orleans ¿saben qué fue? la gente.
Durante nuestros recorridos, pudimos observar negocios saqueados, comercios destruidos y cualquier cantidad de productos robados tirados en la calle, echados a perder.
Dos ejemplos, nadamás. Los dueños de un farmacia intentaron proteger su negocio con un portón de acero, sin embargo alguien se robó una grúa y con ello rompieron la protección. Afuera del negocio quedaron los restos de lo que estaban buscando: cientos de botellas de licor vacías.
Y qué decir del hecho de que por las calles del centro de la ciudad podían encontrarse, tirados, pañales, cajas completas con fórmula para leche de bebe y paquetes de comidas preparadas que el Ejército regalaba a todo el que se encontraba en la calle.
¿Se imaginan lo que haría cualquier residente de Tampico o Matamoros con uno solo de estos productos que en Nuevo Orleans despreciaron?
Da pena darse cuenta cómo las personas reaccionan diferente ante la necesidad, pues mientras en Estados Unidos se tiró la comida que se entregó a manos llenas, en Tampico y Matamoros algunos malos funcionarios (y peores personas) andan especulando con triste despensa.
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