Una querida amiga mía, hace algunos años, tomó el famoso Curso de Milagros y me platicaba que ahí había aprendido la definición de “milagro”. Me decía que un milagro sucede cuando se realiza “un acto de amor puro y desinteresado”; y por lo tanto, todos podríamos “hacer milagros”… si quisiéramos y lográramos desprendernos del ego.
Tan es así que en la Biblia dice “En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también;” (Juan 14:12). Por otra parte, literalmente un milagro se define como “un hecho extraordinario e inexplicable por las leyes naturales y que se atribuye a la acción sobrenatural o de origen divino”.
Así las cosas, la definición que me comparte esa amiga es sin lugar a dudas, consistente en todos los sentidos con las demás definiciones. “Un milagro es un acto de amor puro y desinteresado” y por eso es tan raro y extraordinario. Parece que en una dimensión mundana, la mayoría de las personas –por mera naturaleza humana, ególatra y narcisista- esperará por lo menos compensación, reconocimiento, admiración o fortalecimiento de su imagen pública. Por eso, los milagros son extremadamente escasos (aunque no imposibles).
Ahora se comenta que a menos de un mes de haber asumido el cargo, resulta muy pronto que el gobernador Samuel García emprenda un viaje a Europa para acudir a la Cumbre Climática en Glasgow, Escocia. A renglón seguido, reveló que el miércoles saludará al Papa Francisco y recalcó que fue una invitación del Vaticano a raíz del gesto de solidaridad -cambiar su corte pelo- que su esposa tuvo para con un niño con cáncer.
¡Así han de estar de escasos los milagros en este mundo como para que la situación amerite una invitación papal! (con cargo al erario de Nuevo León). La verdad es que se necesita mucha fé para creer que eso sea cierto. Es solo que parece desproporcionado.
Se dice que el tamaño del “milagro” (acto de amor puro y desinteresado), no importa, lo que importa es la intención. Daría igual si la persona se corta el pelo con un nuevo look “pixie” que si dona un riñón, o por lo menos una unidad de sangre ¿Acaso todos los que donaron plasma durante la pandemia, sin tomarse fotos y divulgarlas, en el acto recibieron una invitación de ese calibre por parte de tan importante personaje?… Sin duda con eso, se podría ganar un lugar de honor en la Corte Celestial para el resto de la eternidad.
En la excelente película “El Abogado del Diablo”, protagonizada por Al Pacino y Kneau Reeves, el diablo se vale de todo tipo de artimañas para hacer “caer” a sus víctimas. Al final se dice un frase estrujante: “La vanidad es mi pecado favorito… todos caen.” Y es que el ego es canijo. A veces hay que ser magnánimos con lo que se da y muy prudentes con lo que se acepta a cambio, para no desmeritar el valor de “un acto puro y desinteresado”. El verdadero milagro, lo raro, lo extraordinario es finalmente, no caer presas de la vanidad.