De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, merolico es sinónimo de charlatán, y cuya definición es: “persona que se dedica a la venta ambulante y anuncia a voces su mercancía; que habla mucho y sin sustancia, hablador indiscreto y/o embaucador”. En la cultura popular mexicana, se llama merolico a esos personajes que se encuentran en plazas y mercados ofreciendo productos mágicos que curan todo.
La explosión de las redes sociales, la crisis económica en medios de comunicación tradicionales y el cambio generacional en el periodismo deportivo ha facilitado la proliferación de merolicos, charlatanes que hablan mucho y sin sustancia, que frecuentemente embaucan (engañan) a sus públicos con información inexacta, sesgada o sin sustento, mientras la combinan con intereses extraperiodísticos.
Gracias a la facilidad del internet puedo ver desde el extranjero los principales canales de televisión de México con regularidad. Por el apego que le tengo a Monterrey, trato de seguir los noticieros locales, y de cuando en cuando los programas de debate futbolero tanto regiomontanos como nacionales. De allí me nació la idea de escribir sobre los merolicos deportivos, que aunque no son nuevos en la industria, las condiciones actuales los han empoderado gracias a plataformas digitales y a una generación de consumidores de contenido que privilegia el entretenimiento, que no confundirlo con información y análisis. Como respondió en Twitter una persona a un post que hice sobre mi hartazgo como audiencia: “Pienso igual. Llego cansado, con problemas de mi trabajo y todavía ver más pleitos en la tele”.
Peor aún, la necesidad de recursos para financiar proyectos en medios de comunicación tradicionales, que cada vez se quedan con menos audiencia, abrió la puerta para alianzas comerciales, patrocinios e intercambios publicitarios que, muy necesarios para pagar sueldos, al combinarse con el periodismo demeritan la calidad del producto que le llega a quien escucha el radio, hojea el periódico y prende la televisión. Más aún, esas alianzas frecuentemente adelgazan o de plano borran ciertos límites éticos que se deben de respetar si se quiere hacer periodismo, entendido este como un servicio de intermediación social entre la comunidad y los grupos de poder o instituciones de gobierno, que también incluyen a los equipos deportivos profesionales.
Hace unos días, en el noticiario matutino de Multimedios Monterrey, desde el comentario deportivo se celebró que, en esa tarde, los equipos de Fuerza Regia, Sultanes y Tigres jugarían de locales en horarios escalonados, lo que de acuerdo al entusiasta conductor era la ocasión ideal para aprovechar las promociones cerveceras en cada uno de los eventos, en especiales en el basquetbol y el béisbol, en los que el grupo Multimedios tiene acciones. Ese es el comportamiento de un merolico, que oferta el consumo de alcohol justificado por eventos deportivos, que fomenta polémicas vanas que llegan al odio amplificado por las redes sociales, o que busca interacciones digitales basadas en el dominio de la esgrima verbal, de atacar para luego victimizarse.
Sí, los tiempos cambian y las redes sociales lo cambiaron todo, pero de allí a que desde la influencia que te da una plataforma mediática te dediques a celebrar borrachos, a fomentar pleitos y a gritonear al que piensa diferente, eso no es, no ha sido y nunca será periodismo. Así lo hagas en línea, en la CDMX o en Monterrey.
Eso se llama charlatanería.
Correo: luishnajera@gmail.com
@Najera13
Luis Horacio Nájera, periodista con 31 años de experiencia en coberturas deportivas y de investigación. Receptor de premios internacionales en Canadá y los Estados Unidos.