Tras haber permanecido más de 550 día cerrados por la pandemia por Covid-19, los puentes internacionales que unen a Tamaulipas con Estados Unidos fueron reabiertos este lunes 8 de noviembre y aunque las expectativas de la mayoría de medios de comunicación tradicionales y alternativos eran muy grandes, previendo congestionamientos, largas filas, regios acampando en la víspera para brincar al shopping al otro lado y reynosenses también haciendo colas tipo vacunación anticovid a pie y en coche, la realidad es que no ocurrió tal.
Y eso que muchos ciudadanos fronterizos, regios y demás se lamentaron durante casi 20 largos meses por la prolongación del cierre de fronteras a los “viajes no esenciales” hacia “el otro lado” a partir del 21 de marzo del 2020.
Editores y reporteros esperaban que los mexicanos acostumbrados al shopping o a comer hamburguesas y pollo frito, o a simplemente disfrutar el paisaje de aquel lado del Río Bravo estuvieran más que desesperados para cumplir con su ritual, pero no. La realidad en la nueva realidad les quedó a deber.
Como ciudadano norestense, arraigado en el otrora Nuevo Reino de León hacia el sur-poniente del Río Bravo, (entre Reynosa, Monterrey y Saltillo) pero proclive a disfrutar a la menor provocación la CDMX, las playas nacionales, comer, turistear en cualquier provincia mexicana y más que Godín, desinteresado por las marcas de ropa, calzado, accesorios y un largo etc. de accesorios, desde que tengo uso de razón mi interés por brincar el charco es mínimo, casi nulo.
Desde ese punto de vista. Pero no niego que some day me gustaría conocer Nueva York, Chicago, Los Ángeles y quizás San Francisco.
Esto no obsta para estar consciente de que la costumbre de algunos habitantes de nuestra norestense región mexicana, al igual que el resto de quienes habitan en ciudades fronterizas con EU o a 200 ó 300 kilómetros de distancia, es acudir con cierta regularidad a ciudades estadounidenses.
Por cuestiones geográficas, de vecindad, en nuestra región es más que común que mucha gente disfrute su estancia en el Valle de Texas.
Muchos regios son “macalleros” de corazón y disfrutan la Isla del Padre como seguramente yo disfruto Veracruz, Mazatlán, Puerto Escondido o Miramar de Ciudad Madero. Solo que a ellos les queda más cerca.
Está bien. En mi infancia y juventud nicolaíta recuerdo algunas vecinas y vecinos a los que les decían “chiveros”, quienes solían lanzarse a McAllen o Laredo Texas para surtirse, efectivamente de un montón de “chivas” que luego vendían con suma facilidad en el barrio.
¿Y cómo no?, si te vendían “mercancía americana”, probablemente hecha en Japón, China, etc. pero del mercado norteamericano.
Además de los chiveros, iban al otro lado infinidad de regios a comprar desde la despensa hasta gran parte de los aparatos electrónicos, incluyendo desde luego los juguetes y regalos de Navidad.
El argumento de ellos, como el de muchos tamaulipecos es que los precios resultan ser mucho más atractivos y hay quienes incluso aseguran que se trata de productos de mejor calidad. Dicen.
Naturalmente que residentes de Reynosa, Nuevo Laredo, Matamoros, Río Bravo y el resto de la frontera tamaulipeca se la pasan chévere en las ciudades vecinas texanas. Es parte de la cultura, desde niños, en el caso de las personas maduras, o desde siempre, en el caso de jóvenes y niños- vanan y vienen con normalidad.
Que bien. Todos podemos gastar o invertir nuestro dinero donde nos plazca y que chido que quienes gozan su estancia en el país vecino ya puedan pasar, y que quienes por cuestiones de business tiene que ir al gabacho para surtirse y reactivar su economía ya lo pueden hacer.
En tanto habremos quienes reaccionaremos como aquella mujer madura que cruzaba un puente peatonal cerca del estadio Azteca previo a un “emocionante” partido entre América y Guadalajara cuando un reportero le dijo: “señora, está punto de iniciar el verdadero clásico, el clásico de clásicos”…
-¿Y? –respondió la mujer.