Chabelita no era precisamente la más popular de la escuela, más bien pasaba desapercibida; pero su próxima fiesta de XV años la llenaba de ilusión.
Por fin iba a ser el centro de atención en un evento especial y recibiría abrazos, el aprecio, consideraciones, parabienes y todo lo que siempre deseó.
Con anticipación, sus padres habían ahorrado para hacerle su fiesta en un hermoso salón decorado con motivos relacionados a Chabelita: las invitaciones y hasta las servilletas de papel llevaban impresa la “Ch” en letras doradas.
Una semana antes de al fecha, Chabela llegó a la escuela secundaria con sus invitaciones personalizadas y las fue entregando una por una a sus compañeros invitados.
–“No vayas a faltar” les decía emocionada imaginando la cara que pondrían todos sus amigos y amigas cuando la vieran ataviada con el hermoso vestido rosa esponjado como un merengue, sus extensiones de cabello “curly”, pestañas postizas, su tiara de cristales y sus accesorios de fantasía.
Las expectativas de Chabelita llegaban a la estratósfera. ¡Esa sería su momento mágico!
Llegada la fecha, el salón en el segundo piso del lugar de eventos estaba listo, decorado e iluminado para tan especial ocasión, Chabelita se había pasado el día preparándose y arreglándose en el salón de belleza y así mismo comenzaron a llegar los invitados.
Pero… dicen que no hay felicidad completa. En el piso de abajo, Barbarita “la güerita”, también estaba festejando su cumpleaños… pero en su fiesta el sello característico era el reventón.
La música tocaba más fuerte, el ambiente era menos sobrio y la atmósfera era más parecida a la de un antro que a la de un XV años inocente y familiar.
Los invitados de Chabelita se mostraron “leales a la causa”, mientras que la fiesta de abajo estaba restringida únicamente a quienes portaran la invitación… pero de pronto Barbarita decidió “abrir las fronteras” y más temprano que tarde, los invitados de Chabelita empezaron a colarse al otro baile.
Poco a poco la fiesta de Chabela fue quedando desierta mientras que el “ponchis-ponchis” de la pachanga de abajo se ponía cada vez más intensa.
Desesperada entre las mesas vacías, la quinceañera Chabela les decía a los que quedaban “tendremos premios, rifas, concursos, les vamos a regalar pantuflas con mis iniciales y botellas de agua!”, pero los invitados estaban más tentados por el ambiente de abajo y preferían la botellita de aguas locas y hot dogs por encima de las de agua purificada y pollo en salsa bechamel.
Enfurecida, Chabelita se asomó al balcón de las escaleras señoriales en forma de caracol que conducían al piso de abajo y por donde sus desleales invitados se iban y hacían larga fila para entrar a la otra fiesta. Desde ahí les grito con un vozarrón de ultratumba: “¡Regresen gorrones! ¡Regresen!”.
¿Saben? Así me imagino a los comerciantes regiomontanos que tanto se prepararon, aguantaron y esperaron estas fechas para reactivar sus negocios, surtiendo sus tiendas y confiando en la lealtad de sus clientes… Ahora los “Barbaritos” del Norte ya abrieron sus fronteras y los invitados se van a dejar su dinero allá, sin que les importe un bledo la “fiesta comercial” de aquí.
Y yo les puedo decir, sin temor a equivocarme, que el comercio regiomontano nada le pide a las tiendas barateras de Estados Unidos… el riesgo y el costo de la carretera, comidas y tiempo de espera en el puente, no amerita la deslealtad ante la necesidad de celebrar la reapertura económica local de nuestra ciudad y que el dinero se quede y circule entre nosotros, que le de empleo a nuestra gente y que prosperen nuestros comercios.
Por eso, cuando vamos en camino a McAllen o a Laredo a gastar nuestros ahorros en estos tiempos difíciles, me imagino a los comerciantes nuevoleoneses asomados por el balcón como Chabelita, con los ojos llorosos y gritándonos:
“¡Regresen Gorrones! ¡Regresen! ¡la fiesta es de este lado!”.