Está comprobado que los espectáculos deportivos televisados necesitan una voz que anime la transmisión.
El narrador, fuera de cuadro da indicaciones de lo que se ve en la pantalla y adereza el juego con comentarios e información que hacen mucho más amena la experiencia del gran evento que capta la atención del espectador en casa o en algún bar.
En el caso del futbol en México he observado con decepción cómo la transmisión tradicional se ha transformado para adaptarla a un público joven que considera que los comentarios tradicionales son ya para los viejos.
De esta forma, lo que se ve en los juegos de primera división, ahora, es una pachanga, un intercambio de voces, gritos y risas que me hacen suponer que quienes se divierten realmente son los comentaristas, que tiene una fiesta de puerta cerrada.
Quienes los ven en TV se han quedado afuera y solo pueden ver, entristecidos, la diversión desde una ventana del exterior.
La vanguardia de este movimiento que parece permear toda la programación futbolera nacional viene de TV Azteca, del exitoso grupo que conforman, Christian Martinolli, como narrador principal, y Luis García, Jorge Campos y Zague como acompañantes. Vaya que tienen química. Su narración es ágil y hay un perfecto entendimiento entre ellos.
Sin embargo, me siento decepcionado al constatar que en el nombre de la modernidad se ha relegado la tradición. Para hacer funcional la transmisión, dirigida, por lo visto, a un público centennial, se recurre más al cotorreo que a la explicación.
De esta forma ya hay muy poco de la narrativa como la conocía, y mucho de diversión entre un grupo de comentaristas que se divierten de lo lindo y que pretenden hacer chispeante la velada futbolera.
Crecí en un ambiente de rituales televisivos de las décadas de los 70 y 80, en los que la señal abierta era dominada por Televisa y en la que eran transmitidos, mayormente, partidos del América contra el rival en turno.
Eventualmente los sábados por la noche, también por la tele gratuita, pasaban juegos de Chivas y Atlas. Pero aún así, aunque abrían únicamente juegos dominicales de los Canarios y los sábados de Cruz Azul o Atlético Español, las voces que retumbaban en el monitor eran la crónica perfecta del papá de todos, Ángel Fernández, convertido en un espectáculo por sí mismo que, muchas veces, estaba por encima de la emoción del juego.
O también seguía esas narrativas gloriosas de Roberto Guerrero Ayala, Fernando Marcos, Juan Dosal, Roberto Hernández Junior, Gerardo Peña, Enrique Bermúdez. Y luego Azteca incorporó la voz docta de Emilio Fernando Alonso.
Ahora ya queda muy poco, o nada, de aquellas primigenias transmisiones, en las que sentía que el hombre invisible del micrófono se dirigía directamente a mí, para comentarme lo que veía y darme apuntes que me ampliaban el entendimiento del juego, con datos que no conocía o anécdotas enriquecedoras que hacían más grata mi permanencia frente a la pantalla.
Eventualmente le pasaba la voz a un compañero que estaba a su lado y que hacía aportes precisos o a un reportero que mencionaba cómo estaba el ambiente a nivel de cancha.
Lo que parece que ahora funciona es la crónica chocarrera, el relajo que se traen en la cabina, con chascarrillos, albures, dobles sentidos, charla entre caballeros que, se percibe, se llevan de maravilla.
Lo que no me gusta es que me siento excluido de ese festín. No me han preguntado si quiero estar en esa mesa ruidosa, donde los cacofonistas están en una comilona, arrebatándose los manjares entre carcajadas.
Entiendo que el público juvenil es la meta de estos shows, pero lamento que se estén formando paladares para esos gustos, y que los espectadores que comienzan a adentrarse en el juego piensen que esa es la manera en que se debe ver el futbol. Y lo peor es que esa escuela de Martinoli y compañía ya se pasó a Televisa, donde se hace una copia simpática del estilo.
No digo que la crónica debe ser solemne y rígida. No había nada más divertido que una narrativa llena de colorido del citado Ángel Fernández.
Lo que pido es que me dejen ver el juego, que se regrese a la crónica limpia, como una opción mas. Me gustaría que hubiera opciones, que si bien hay público para el humor de Campos y Zaguiño, el cuál tiene bastantes seguidores, que también se me deje ver el juego de la manera antigua.
Pero creo que me estoy quedando sin opciones, porque la tendencia es hacia esos modos de confeti y serpentina. No se trata de hacer aburrido el encuentro con los comunicadores que están tras la pantalla.
Nada de eso, lo que me gustaría es que se dejaran de gritonear para que me permitieran concentrarme en lo que es realmente importante, los tipos que están corriendo detrás del balón buscando anotar el gol.