Otra vez el futbol de la Sultana del Norte pone su cuota de éxito e interés a nivel nacional, para sufrimiento y envidia de los “chilangos” y de otros ardidos que pululan en distintas ciudades de México. Y aunque se trata de algo pasajero y frívolo como lo es este deporte-espectáculo-negocio, su proyección lanza a los del Cerro de la Silla a reforzar lo que se hace aquí desde inicios del Siglo XX en ámbitos más importantes como ejemplo a seguir en lo que se refiere a generosidad social, crecimiento económico, académico y fuerza de carácter en los momentos de adversidad y riesgo de cualquier tipo.
Hoy toca a las Amazonas de Tigres Femenil y a las Rayadas de Monterrey poner su cuota de aprendizaje y de profesionalismo en una liga que nació entre temblores de dudas y de cuestionamientos por la poca fe. No fueron pocas las personas que le pusieron algunos “peros” a la propuesta de quien asumió la presidencia de la Liga MX en el 2015, sustituyendo a Decio de María. Se tomó en cuenta lo que el melenudo ex jugador de los Pumas de la UNAM, Leonardo Cuéllar, venía haciendo desde 1999 con las mujeres de las selecciones mexicanas, casi como un moderno quijote entre molinos de viento.
Decio de María, cuando nadie lo esperaba porque tenía meses de ser el directivo de máxima representación en nuestro futbol profesional, fijó claramente su plan en diciembre de 2016: La nueva Liga Femenil, a iniciarse en septiembre de 2017. La asamblea de dirigentes, con datos previos de tal anuncio formal, no le daba viabilidad al proyecto. ¿Cómo que los clubes de Primera División se iban a embarcar apoyando un torneo de chicas si no tenía ni público y, por tanto, ni mercadotecnia que lo hiciera prosperar?
La idea iba en serio. Así es que llegó septiembre de 2017 y el balón comenzó a rodar en las canchas, algunas veces en sitios de entrenamiento de los equipos de la máxima categoría, pero otras en estadios donde juega el primer equipo de varios clubes. El desparpajo de Enrique Bonilla y seguidores dio las primeras satisfacciones a las primeras futbolistas que se sentían consentidas en instalaciones de buen nivel y con césped como alfombra en desfile de quinceañeras o novias. Y en los primeros toques de balón, esas muchachas arrancaron el ah exclamatorio de muchos incrédulos que, ante su sorpresa, reconocieron que sí sabían de futbol y algunas jugaban mejor que varios de los varones que se embolsaban buenas sumas de dinero.
Sin ingresos no hay supervivencia, era el pronóstico de los que apostaban a una inversión que, si no daba buenos frutos, no la iban a seguir apoyando. Y hubo directivos que solamente se apuntaron por inercia o comedimiento, pues el vacío en las tribunas les aterraba y ni las transmisiones por TV tenían rating. Era más bien un espacio para foguear a cronistas novatos y dar oportunidad a las mujeres en la transmisión y entrevistas a nivel de cancha. Y, claro, a las representantes del arbitraje femenil.
Sin embargo, los que sí se portaron serios fueron los que más ganancia deportiva han cosechado hoy. Los que tuvieron la visión a futuro de un entretenimiento más en sus comunidades. Y ahí están los resultados: Grupo Cemex, a través de Sinergia Deportiva, se puso las pilas y desde un inicio inyectó recursos y mentalidad al primer grupo que conformó el exitoso Tigres Femenil para que en siguientes torneos fuera ejemplo que continuaran sus sucesoras en la cancha. Y, por su parte, Grupo FEMSA se decidió a darle proyección a las Rayadas con una estupenda asociación a su histórica marca varonil, vigente en Monterrey desde 1945.
¿Qué hay de extraño, pues, que hoy vivamos en esta tierra futbolera y de alto consumo comercial la quinta Gran Final de la Liga Femenil entre los mejores equipos de la liga respectiva? ¿Y qué hay de extraño que otros clubes miren con admiración los estadios de Tigres y Rayadas repletos de aficionados en juegos importantes y que la venta de boletos se agote en los llamados “clásicos” como ocurre desde julio de 1974 con los conjuntos que iniciaron estas confrontaciones en el torneo varonil?
El que siembra recoge. Así es que vale la pena celebrar por anticipado a las nuevas campeonas. Sea quien sea, porque han hecho su trabajo como se debe. Y el lunes en la noche no habrá perdedoras: Todas ellas han ganado para esta plaza una alta calificación y el reconocimiento unánime para sus directivos y grupos empresariales que les patrocinan sus sueños profesionales.
También habrá que tener presente en estos días a Enrique Bonilla. Más vale recordarlo como el atrevido dirigente que lanzó la semilla de la liga femenil y no como el que se enredó con el lío del club de Veracruz y sus problemas económicos por un directivo priísta que ya no tuvo el apoyo del gobierno del Estado.