La memoria histórica del deporte obliga a desempolvar figuras del mismo que no gustan, a veces, a las nuevas generaciones, porque no han sabido de ellas.
Pero en honor a la justicia, hay que traerlas de cuando en cuando a la palestra de la actualidad con el fin de ponderar sus méritos. O por lo menos para contrastar el contexto en que estas figuras de antaño se desenvolvieron y el de ahora.
Una de ellas es don Roberto Scarone. Señorón de las canchas futboleras, fue uno de los mejores directores técnicos extranjeros que triunfaron en México, después de ser campeón como jugador del Peñarol, en su natal Uruguay, cuya camiseta defendió con su selección nacional.
Y fue en 1962 cuando fue contratado para estar al frente de los Rayados de Monterrey de 1962 a 1964, donde terminó con la etiqueta de gran vencedor. Sí, sí, me van a decir que “ya llovió”.
Que hoy la noticia es la participación del equipo en el Mundial de Clubes. Que la moda es hablar de Javier Aguirre.
Pero las instituciones longevas están hechas de retazos de otras épocas que van escribiendo las páginas de un libro que hoy saborean los que nacieron hace poco. Bajo su mando desfilaron otras figuras históricas del cuadro albiazul que ya rebasa los 75 años de su nacimiento.
Y si llega a los cien –Dios quiera que sí, aunque no lo veamos nosotros– habrá que ponerlas a la vista de los jóvenes de entonces. Pero no por viejos, hay que olvidarlos. Hicieron lo que les correspondió en su tiempo y pusieron su granito de arena en la construcción paulatina de lo que hoy es la exitosa familia rayada.
Los jugadores que dirigió fueron de la talla de Claudio Lostanau, Ignacio “El Gallo” Jáuregui, Jaime “El Tubo” Gómez, Javier Bazán, Raúl Chávez, “El Gato” Cuenca, “Fello” Hernández, “El Jarocho” Molina, Olinto Rubini, “Memo” Vázquez, Ángel “El Capi” Lama, Dante Juárez, Jesús Mercado y Manuel Lapuente. Pero si algunos de los nuevos aficionados –y más los fanáticos de hoy– no quieren saber nada de los viejos, tarde o temprano habrán de reconocer que ahí están sus nombres y sus fotos en el álbum de los recuerdos del Club de Futbol Monterrey y, sobre todo, en los retablos de los hogares de sus nietos y bisnietos u otros herederos.
Por eso es digno desempolvar su memoria y meter al lector en el túnel del tiempo a fin de recorrer una nostálgica película de antaño. No es porque este modesto columnista de HCD haya sido tocado por el sentimiento de lo que era entonces el futbol soccer, en un Monterrey dominado por el beisbol.
No. No es por eso, pero también cuenta, ya que Roberto Scarone y sus pupilos, junto con otros entrenadores y jugadores, además de los directivos románticos, hicieron lo suyo para que finalmente el soccer llegara a las alturas de la popularidad con que hoy cuenta aquí, dando muestras de que sus dos clubes son ejemplo de impulso de este deporte en todo el territorio nacional.
Por eso se destaca la forma en que Roberto Scarone, nacido el 16 de julio de 1917, sentó cátedra aquí y luego con “Los Electricistas” del Necaxa, tras mostrar su hoja de gran jugador en su país Uruguay y en Argentina con el Gimnasia y Esgrima.
Fue uno de esos casos comunes en esta profesión deportiva –que no acaba de terminar– en que se abandonaba la escuela desde la adolescencia, en busca del sueldo y la emoción de jugar en una cancha especial y no la de tierra entre la chiquillada de los barrios.
Pero sin estudios ni certificados de primaria inclusive, la supo hacer al responder a la vocación que sentía al patear un balón. Casado con Celia Cruz Pascual, este buen hombre fue padre de Arlette Esther, nacida en la ciudad de México, así como de Roberto César, en Lima, Perú y de Carmen Eva, quien vio la luz en Montevideo, Uruguay.
Traía el futbol en la sangre y a temprana edad ya jugaba con el Oriental de su tierra, donde también se desempeñaba como goleador su hermano menor Ángel, quien llegó pleno de ilusiones al Peñarol, pero se truncó su carrera al fallecer a la edad de 19 años en un accidente automovilístico.
Ya sabrán todos el dolor en el corazón de Roberto y en el de sus padres don Ángel y doña Pilar Rivera. El futuro entrenador de los Rayados siguió adelante y del 39 al 43 se enroló con el Gimnasia y Esgrima argentino, de donde llegó al América mexicano a ganar buena “pachocha” y a trabajar inclusive en un banco capitalino.
Luego pasó al Atlante donde fue campeón y subcampeón, justamente cuando se estaba fundando el Club de Futbol Monterrey en 1945. Pero en 1948 retornó a Buenos Aires con el Independiente y al Gimnasia y Esgrima convirtiéndose en director técnico.
Y cuando se hablaba que se haría del timón de las Chivas Rayadas del Guadalajara, a fin de cuentas, un bravo dirigente de los Rayados, don Lorenzo Garza Sepúlveda, lo contrató para que llevara a los regiomontanos a un tercer lugar en la tabla general en 1963.
Toda una proeza en aquellos días en que los del centro hacían tronar sus chicharrones.
Y, si no, habrá qué ver cómo sufría nuestro cuadro regio en su récord de caídas y levantadas. Por eso no hay que hacer a un lado lo hecho por Roberto Scarone y su equipo.