El derecho a la libre expresión debe ser defendido a muerte, no solo por los periodistas, si no por la sociedad en su conjunto.
Desde la tribuna de la prensa, donde me encuentro, tengo que aclarar que, al pelear contra la mordaza, no me dirijo a quienes buscan transgredir las reglas del decoro para opinar lo que les dé la gana, contra personas con las que no sienten simpatía.
Hay quienes encuentran en el libertinaje una excusa para violentar las formas e insultar. Nada de eso. Me refiero a la prerrogativa del individuo para opinar sin temor a ser objeto de persecución.
Tomo como ejemplo un incidente que observé en el transcurso de la semana al interior del canal de televisión TUDN, que comparten en México y Estados Unidos, Televisa y Univisión, monstruos de las telecomunicaciones dirigidas a un público hispanoparlante. La situación se reduce a un comentario crítico que no demoró más de dos minutos.
Paco Villa, narrador de futbol, que conduce el programa denominado Línea de 4, lanzó un reproche al América en la emisión del pasado 21 de enero.
Palabras más o menos señaló que el presidente del club, Santiago Baños, desempeñaba una deficiente gestión, pues no había podido cristalizar la contratación de un jugador que reforzara el ataque.
Presentes en la mesa, avalaron el reclamo los también comentaristas Enrique Bermúdez y Jesús Bracamontes. El cuarto, Enrique Borja, fue más mesurado y no se mezcló en el juicio que, por lo demás, avalamos todos los que seguimos el balompié mexicano.
Razón no le faltaba a Villa. Además, esa es su labor, pues el crítico es un estratega. Ya sabemos que el futbol es lo más importante de lo menos importante, pero como entretenimiento deportivo de competencia, también es factor de formación social.
En este juego, como en la vida, las fuerzas opositoras obligan al individuo a dar su mejor versión. Al día siguiente los tres involucrados en el comentario presentaron una disculpa pública en sus medios.
Lo hicieron con un texto de redacción idéntica que hace suponer que no fue escrito por ellos y que les fue impuesto. Ante comentarios públicos y reiterados de los medios, la empresa no ha dado el mentís respectivo, lo que mueve a suponer que todos fueron obligados a ponerse de rodillas.
El gran problema de todo esto es la repercusión que tiene para el entorno futbolístico, incluidos los millones de aficionados que vemos cada semana los partidos.
Castigar a quien critica a las Águilas hace suponer que las transmisiones estarán sesgadas y que los juicios que emiten los comunicadores son únicamente para manifestar halagos, con inaceptable periodismo matraquero.
Hay que recordar el daño que le provocó al futbol aquella tendencia insoportable y obscena que siguió Televisa, hace décadas, cuando buscaba proteger en las transmisiones al club de su propiedad.
En los partidos que pasaban en la tele en los 70, 80, 90 no había forma de criticar a los cremas. Los televidentes padecíamos emisiones tan cargadas de favores hacia los chicos de Coapa, que terminamos por descreer del futbol entero como una actividad honorable, que se dirimía con reglas justas.
Televisa hizo que mucha afición se desilusionara del juego.
Los comentaristas tenían la orden de encomiar a los canarios transformados en aguiluchos, so pena de ser echados de la empresa.
Como bien lo apunta el Fantasma en su columna reveladora en la que aborda este tema, con su censura, la empresa de la dinastía Azcárraga hizo grande a José Ramón Fernández, su némesis, que narraba partidos con entera libertad de criterio y con inteligencia afilada, desde Imevisión y, luego, desde TV Azteca.
Ya en el nuevo milenio Televisa, gigante mexicano de telecomunicaciones, reculó y emparejó los criterios para hacer que su equipo fuera medido con el mismo rasero. Y sí, se vio un cambio con critica hacia el América, con señalamientos que refrescaban las crónicas.
Todo parece que se pierde con esta embestida hacia tres de sus comentaristas, que no hacen más que cumplir con su misión de periodistas.
Tal vez no lo sepan los jefes pero ellos están obligados a ser críticos. No sirve de nada el periodismo de panegirista, el que echa tulipanes y margaritas al paso de las figuras públicas.
Los comunicadores tienen como misión hacer el señalamiento de lo que está mal hecho, a denunciar lo que es equivocado, a confrontar con verdades al personaje que obra con hipocresía o quien se opone a que sea expuesta la realidad.
A la comunidad del futbol le lastima que regresen esos tiempos oscuros en lo que las loas al América marcaron una época vergonzante, que hacía que el público viera con incredulidad las pantallas frente a un cinismo que, afortunadamente, terminó por implosionar.
No se sabe con precisión que pasó tras esa emisión que ameritó la sanción, pero por lo pronto Villa ha sido excluido de transmisiones recientes.
Espero que Televisa enmiende ese error enorme que es censurar a sus propios comunicadores, en un tiempo de apertura y de conectividad instantánea y generalizada, que hacen más difícil el engaño. Aún están a tiempo.