El PRI estatal de Tamaulipas tuvo la oportunidad de dar una batalla interna ante la dirigencia nacional de su partido mediante sólidos argumentos, para no aliarse con su natural rival de toda la vida, el PAN, y hacer un papal menos indigno que el que actualmente hace con miras a las elecciones de gobernador del 5 de junio próximo.
De hecho, de acuerdo con los pobres resultados que ha cosechado la extraña y contradictoria alianza PAN-PRI-PRD, esta fórmula no ha resultado eficaz ante el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que avanza en el mapa electoral de las entidades del país, mientras que todo el bloque opositor se estanca o registra avances muy mínimos.
Entonces, si en otras entidades donde la guerra no ha sido tan encarnizada entre los tres partidos la coalición no funciona, qué se puede esperar en esta norteña entidad, donde el Partido Acción Nacional no solo echó del Palacio de Gobierno al PRI, sino que en el actual sexenio estatal se ha dedicado a aniquilar a sus eternos adversarios con métodos de barbarie.
Cualquier militante priista vigente, cualquier operador tricolor, desde un líder de colonos hasta un estratega, así como muchos simpatizantes (que aún los hay), están conscientes que en su experiencia, su primera experiencia como oposición, padece una represión que casi los borra del mapa.
Es cierto, el Revolucionario post Peña Nieto se ha ganado toneladas de votos de castigo a nivel nacional, pero en Tamaulipas, aparte de eso, son objeto de embestidas, acoso, persecución, chantajes y terrorismo político.
El panismo impuesto en el cabcecismo somete desde hace seis años a líderes sindicales, a cuadros políticos, a líderes de las bases, pero también los copta para servirse de ellos (y de ellas), en un afán por monopolizar todo el poder, mismo que en las urnas le viendo arrebatando Morena desde junio del año pasado.
Por eso, ante los agravios de los panistas a los priistas en toda esta administración, muchos tricolores no dan crédito a la orden superior del Comité Ejecutivo Nacional del PRI para que se alíen con sus verdugos. Hay que ponerse a las órdenes de quienes los han azotado, para, supuestamente lograr sobrevivir.
Pero si bien es cierto, en medio de su pragmatismo muchos priistas padecen amnesia y olvidan todos los agravios, otros tantos, seguramente muchos más, rechazan aliarse con sus agresores, por lo que unos públicamente ya se deslindan de la alianza. No todos padecen amnesia.