Esta vez voy a cambiar de tercio, como decimos en los toros y si el señor juez de edición me lo permite, me atreveré a dar mi punto de vista un poco de futbol que, aunque no lo crean, tampoco desconozco.
Soy aficionado desde niño y viviendo en una ciudad como San Luis Potosí, nadie me obligó irle al América, hasta la fecha. Lo hice por gusto propio y aunque hemos tenido altas y bajas, campeonatos y descalabros, no me arrepiento de mi elección.
Disfruto los triunfos claro, y si bien las derrotas duelen, tampoco hago drama. Me considero en sí un buen aficionado que sabe ganar, que sabe perder, pero ante todo que sé reconocer la derrota.
Algún tiempo fui directivo de un equipo de Segunda División (los ex Jabatos de Nuevo León que pasaron a ser Leones de Saltillo) y entonces creo sí, haber defendido los colores a ultranza. Llegué a ganar un juego en la mesa por cuestiones administrativas y en otra ocasión, fui llamado a comparecer ante la Comisión Disciplinaria para defender a mi equipo de una situación que se había presentado en un encuentro ante un rival y que ameritó que, en mi papel de directivo, presentará una apelación.
Luego, aunque enfoqué mi trayectoria a la fiesta taurina, no dejé de lado el futbol nacional y prueba de ello es que soy abonado de los dos estadios locales.
Voy como aficionado, no como apasionado, así disfruto viendo tanto al local, como al rival. Gozo cuando veo un buen gol o una buena jugada, o una atajada de los porteros, casi nunca me levanto del asiento y entre mi interior disfruto la euforia de los aficionados que lanzan porras a su equipo. Tampoco puedo echarle porras, pues faltaría a mi identidad de americanista. Es mi forma de ver el futbol.
Me da mucha tristeza lo que está pasando con el Monterrey en su quinto Mundial de Clubes, pero más, ver el pésimo comportamiento de su afición que no ha sabido asimilar la derrota.
De entrada, ir al Mundial no te garantiza ser finalista. Sí quizá y por mucho, al campeón de UEFA y por ahí al de Conmebol. La Concacaf está lejos de llegar a serlo.
Reconozco que hace un año los Tigres se instalaron fortuitamente en la Final, luego de haber dejado en el camino en la Semifinal, a un Palmeiras apático y desangelado que no dio juego de acuerdo con su calidad de equipo brasileño. Es la verdad.
Este año, los Rayados, salieron a la cancha, pero en su primer y vital encuentro, no generaron jugadas de peligro. ¿Qué es la plantilla más cara de México?, ni duda cabe, pero ojo: está para competir con el nivel del futbol mexicano.
¿Cómo avanzó Monterrey en el torneo de Copa de la Concacaf? Sencillo, dejando en el camino a equipos muy inferiores a ellos. Que ganó al América, como también pudieron hacerlo los capitalinos.
El problema señores está en que mientras las aficiones de Tigres y Rayados no se respeten, la burla, los memes, el escarnio, las pasiones desenfrenadas, las broncas a veces con finales trágicos (¿recuerdan a aquel Rayado que golpeó en el cráneo a un seguidor de Tigres?), mientras esto persista y no maduren en sus cabezas, nuestro futbol local no avanzará.
Para colmo tenemos en la radio y televisión a comentaristas que dejan a un lado su labor de informar y se convierten en porristas, que gozan de echarle picante a la herida sin importar el qué dirán de ellos los que sí son verdaderos aficionados. Creen que su opinión, que nadie les pide, está de antemano puesta en la mesa de juntas de Cemex y Femsa y que los directivos se someterán a ellos. Una cosa es un acuerdo comercial y otra cosa lo que en sus reuniones decidan.
Pero hay más, con el surgimiento de las redes sociales, abundan los llamados tuiteros o youtubers, que sin el menor empacho escriben lo que les nace de su amargado pecho. Son los mal llamados “influencers”.
En mi nadie influyó para que adoptara seguir los colores de un equipo y dudo que, por escuchar a estos desadaptados de las redes, deba de cambiar de camiseta.
Para ser líderes de opinión se necesita mucha preparación, inteligencia, sabiduría, astucia en cuándo sí y cuándo no emitir una opinión. En saber usar los momentos y no abrir la boca pues el daño puede ser grave como lo estamos viviendo ahora.
Hoy nuestra ciudad vive el drama sobre ¿cómo recibirán a los Rayados cuando regresen al aeropuerto y a su estadio?, ¿cómo los tratarán en su vida pública personal en la calle? Son jugadores que tienen familia y por ella trabajan o juegan, pero tampoco poseen la varita mágica para jugar siempre como lo queremos. Vienen de jugar en torneo local, en viajes a convocatorias de Selección y en juegos eliminatorios. El cuerpo se cansa, pero los fanáticos no perdonan, ni valoran, ni saben ver las cosas.
Estos pseudo periodistas de redes sociales no saben el peligro que hacen con escribir sus babosadas, y también los de los medios electrónicos de la ciudad no deben de adoptar papeles que no les corresponden.
El futbol es para disfrutarlo. Hay en las dos plantillas de los equipos locales excelentes jugadores de talla internacional que debemos sentirnos gustosos que sus empresas, dueñas de los equipos regios, los tengan aquí para gusto de la afición, en su torneo local.
Ya Chava Flores, aquel cantautor de música popular dijo alguna vez: “¿A que sueñas cuando sueñas mexicano?”, sólo le faltó agregar, “y cuando despiertes, no olvides tomarte tu ubicatex”.
El partido solo dura 90 minutos y a veces los campeonatos de Copa del Mundo, donde sí están los mejores, se ha definido en el último minuto, como decía don Fernando Marcos.
¿Rayados, campeón de Clubes?… bah!, ni soñarlo.
Por hoy es todo. Nos vemos a la próximo y, ¡que haya suerte para todos!