La única referencia que tengo de primera mano -y que me consta- sobre un técnico de Rayados que fue “reventado” por los jugadores, sucedió en 1991 con el chileno Pedro García.
Yo era jefe de deportes del desaparecido Diario de Monterrey (hoy Milenio), y recuerdo que García me llamó a la oficina del periódico para preguntarme cómo me había enterado, ya que nuestro medio tuvo la primicia de su despido antes que la competencia.
Un año antes el portero titular del Monterrey, el argentino Gustavo Moriconi, fue mi compañero de viaje como analista para cubrir por Multimedios el Mundial de Italia 90.
El entrenador, por su parte, fue contratado por El Norte para realizar la misma labor. De esa manera en Italia Moriconi y García estaban al mismo nivel para desmenuzar los partidos en esa Copa del Mundo que ganó Alemania de manera polémica a Argentina.
Quizá en ese momento tanto directivos de Rayados como periodistas de futbol, y hasta el mismo García, sospecharon que Moriconi me había filtrado la información de ese despido.
La verdad no lo recuerdo, como tampoco lo afirmo o lo niego. Sería como demeritar el trabajo de mis reporteros Héctor Ortega, Sotero Monsiváis y Pedro Buendía que diariamente cubrían los entrenamientos de Rayados y tenían contacto personal con directivos y jugadores.
Lo que sí disfruté fue que la exclusiva de ese cese la publicó El Diario de Monterrey antes que El Norte, y al día siguiente la noticia fue seguida por el resto de los medios.
Me viene a la mente ese recuerdo ahora que Monterrey despidió a Javier Aguirre, merecido o no. Y la posibilidad del regreso de Víctor Manuel Vucetich, que podría devaluar el oro (por el apodo del Rey Midas que convertía en ese metal todo o que tocaba), con un plantel que arrastra la cobija de manera vergonzosa.
No descarto que, como aquel 1990, los jugadores le tendieron la “cámara húngara” al “Vasco” Aguirre, aunque al final de la temporada 1990 la directiva albiazul se deshizo del propio Moriconi, Félix Cruz, Carlos de los Cobos, Germán Martelotto y otros, sin una explicación convincente.
Con Moriconi mantengo una amistad que nació en 1989 cuando fue contratado por el dueño de la empresa, don Francisco González, para la Copa del Mundo, misma que ha perdurado hasta la fecha. Y varias veces nos hemos visto en Monterrey y Buenos Aires.
¡Saludos Moroco!