El deporte, a pesar de sus noblezas y virtudes, no será un factor determinante para acabar con el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. El deporte no evitó los boicots olímpicos de Berlín 1936, Melbourne 1956, Montreal 1976, Moscú 1980 y Los Ángeles 1984.
En los tiempos de la aún reciente Guerra Fría, capitalistas y socialistas se deshacían por demostrar cuál sistema era el mejor y por tanto había que mostrar superioridad en todos los campos, y el deporte era esencial; era imagen.
Los arrebatos en los que seguido se inmiscuían uno y otro bando ellos mismos los dirimían, como la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962, con la que llegó a pensarse en el inicio de la tercera guerra mundial, tal como ahora se piensa con el conflicto actual entre las ex repúblicas soviéticas.
Ni la Organización de las Naciones Unidas ni el Comité Olímpico Internacional pudieron anteponer la diplomacia deportiva en los boicots olímpicos, afectándose al deporte de muy diversas formas, entre ellas las exitosas carreras de reconocidos y talentosos deportistas de ambos bloques.
Previo a Moscú 1980 a los “rusos” se les ocurrió invadir Afganistán, lo que llevó a una protesta de los capitalistas liderados por EE.UU. Éstos pidieron a sus oponentes salir de Afganistán, encontrando en el boicot a los Olímpicos una de tantas “armas” para presionar.
Obviamente la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) hizo caso omiso, por lo que el bloque occidental cumplió la amenaza, dejando de asistir a los Juegos de la XXII Olimpiada de la Era Moderna y aunque Italia, Francia y Reino Unido sí participaron, lo hicieron bajo la neutralidad del COI.
Pronto los soviéticos y sus países “satélite” o aliados tuvieron la oportunidad de ajustar cuentas con relación al desdén olímpico. En 1984 los Estados Unidos también tuvieron la gracia de invadir territorio ajeno, apoderándose de Granada, “estratégica” isla en el Caribe.
De las constantes peticiones de desalojo por parte de los socialistas y las múltiples gestiones diplomáticas, ninguna convenció a EE.UU., por lo que los “rusos” utilizaron la misma moneda: boicot a sus Juegos Olímpicos.
Los socialistas se cobraron la afrenta, dejando de ir a Los Ángeles, salvo Rumania y Yugoslavia. Nuevamente la humanidad perdió la oportunidad de deleitarse con grandes deportistas de este bloque, tal como había ocurrido cuatro años atrás con representantes de los capitalistas.
Con estos antecedentes es difícil asegurar que el deporte pondrá un alto en la vigente pugna rusa-ucraniana.
Desde luego que todas las intenciones, medidas o sanciones que consideren los organismos deportivos generan esperanzas, pero es muy complicado que esas nobles pretensiones sean tenidas en cuenta por los líderes de las poderosas naciones, que entre sus intereses seguramente el deporte no representa ninguna prioridad.
Lo que hoy digan el COI, la FIFA y algún otro organismo que ya haya hecho algún llamado a la paz, no perturbará en nada los objetivos de los bandos enfrentados. Recordemos la cancelación de los Juegos Olímpicos de 1916, 1940 y 1944 a raíz de las conflagraciones mundiales Primera y Segunda.
Después de todo se impone el género humano, como ya sucedía en épocas de la antigua Grecia, cuando intensa e incesantemente acontecían guerras por doquier.
La famosa “ekekheiria” o tregua olímpica funcionaba solo durante la celebración de los Juegos Olímpicos, quedando protegidos la sede, los recintos olímpicos y los viajeros camino a las competencias.
Si en la actualidad, habiendo Juegos Olímpicos no hay armisticio absoluto en el mundo, más embarazoso es no habiéndolos.