Odesa, Ucrania.-
Una frase vuelve a menudo en los labios de los habitantes de Odesa: “Estamos como mínimo a 10° grados abajo de lo normal”. Esta mañana del 11 de marzo el termómetro anunciaba un silencioso -4° centígrados.
La nieve apagaba todo sonido, y el viento mordía cada pedazo de piel fuera de abrigo. Venía ya caminando un buen rato, buscando alguna foto que explique algo de esta insensata guerra.
Fui a parar delante de un puesto de control, una tremenda barricada que pretendía proteger el acceso al famoso Teatro de Opera de Odesa.
Bloques de cemento armado, bolsas de arena y, atrás de ellos, la determinación de los ucranianos, quizá la mas indispensable de las armas.
Las armas, aquellas que deberían llegar de la Unión Europea, de Estados Unidos… El Ejército ucraniano estaría haciendo estragos a la gran maquina de guerra rusa. Están ya equipados de varios modelos de misiles antitanque individuales y de aparatos visión nocturna.
La famosa columna de sesenta y cuatro kilómetros de blindados y material militar al norte de la capital Kiev se ha dispersado, dicen, por pequeños grupos de cuatro tanques para ser menos vulnerables. Los centinelas estaban agazapados dentro de sus uniformes, luchando contra ese viento frío del norte.
Uno de los uniformados no estaba armado, llevaba capucha, era el oficial de prensa, Serhyi Belinskiy. Tenía cita con la televisión holandesas y nos invitamos al paseo.
Había que respetar ciertas reglas de seguridad: no tomar los rostros de los soldados, y de ningún vehículo militar. Entramos entonces en la zona militar, barricadas por doquier, bolsas de arena, minas anti-tanque, soldados que atraviesan las plazas de manera decidida pareciendo no saber a dónde van.
Serhyi habla un poco italiano, lo que ayuda a romper el hielo, de la conversación. Me pregunta por qué hablo italiano, y le contesto que mezclo el castellano al francés con un toque de acento napolitano y funciona. Ríe un poco.
Todos los monumentos y estatuas han sido cubiertos de bolsas de arena blanca para protegerlos de eventuales bombardeos. El resultado es dramático y tiene algo de fin del mundo, haría palidecer de envidia a mas de un artista contemporáneo.
Un tanque prende su motor, lo hace calentar creando una fuerte humareda; no se lo puede fotografiar, es una lástima, desprende de su silueta algo muy violento.
Seguimos caminando hasta llegar a las famosas escaleras donde fuera filmada la caída del niño en su cochecito en la película del Acorazado Potemkin.
El duque de Richelieu sigue allí, frente al Mar Negro. Su estatua de bronce domina el puerto de Odesa por donde podrían llegar un desembarco de las fuerzas rusas. Varios son los que afirman que Putin no se levantaría de una destrucción de Odesa. Construida por Catalina II, el pueblo de Rusia no se lo perdonaría.
Es ahí donde los planes de Vladimir Putin toman un tono siniestro. Estudiando su estrategia hasta hoy, su propósito no seria de invadir Ucrania, sino de vaciarla.
Si no es por el terror de los bombardeos, podría ser por utilización de gases letales. Teoría compartida inclusive por los jefes de estado miembros de la OTAN.
Dos millones doscientos mil refugiados han salido de Ucrania, y otros tantos estarían esparcidos por el territorio, huyendo.
Pero Rusia no es Irak. Si bien su imponente fuerza militar sufre numerosos reveses, es una una de las más grandes fuerzas militares del planeta.
La diplomacia patina y a medida que Putin avanza se aleja la Paz. La luz era oscura, seguía cayendo la nieve y las avenidas de Odesa están inmóviles, sembradas de cruces anti tanques como frágiles escollos esperando la tormenta.