El Mundial de futbol es para quien merece jugarlo por haber obtenido su pase esté en la región del mundo que esté. Un largo camino de eliminatorias que culmina con la reunión de los mejores cada cuatro años.
Llegar al Mundial es un premio, aunque en el sorteo para saber con quién bailará el chamaco las calmadas, no siempre te tocará con quien deseas.
Tal es el caso de México, a quien le tocó el rival con el que más sufre históricamente: Argentina. Por una parte, quienes jueguen lo harán contra uno de los más grandes en la historia de este deporte y que de seguro será su último mundial: Messi, pero qué nos importa, solo a los que jugarán les quedará para su recuerdo.
El otro caso es Polonia, sin ser históricamente un dolor de cabeza para México, tiene a Lewandoski, quien también estará diciendo adiós de los mundiales. Y vuelvo a lo mismo, eso tampoco nos importa.
Para avanzar hay que ganar y nadie la tiene fácil. Aunque siendo honestos, Argentina era a quien menos nos hubiera interesado enfrentar por la historia.
Pero la historia se escribe cada día y si te echan lo difícil al principio luego te acostumbras.
Es un hecho que México deberá cambiar el chip porque si no, pues ahí te encargo.
Como decía mi abuelita: ¡En un Mundial, hijito, hasta el más chimuelo masca fierro!