El pueblo es el emperador….el pueblo manda. Pero, a unos les gusta todo y a otros no les gusta nada; unos adoran y otros aborrecen; unos se han vuelto fanáticos y otros frenéticos. La idolatría y el encono se parecen en tanto que ambos son ciegos, carecen de objetividad, ambos son viscerales y tampoco admiten el pensamiento crítico, pierden objetividad y no logran evaluar pros y contras porque no quieren o no los pueden ver. No se lo permiten ni a sí mismos y, por ende, terminan por ser irracionales. Sus sentimientos se vuelven dogmáticos, se convierten en doctrina y en credo. No admiten cuestionamiento ni debate que no interpreten como ofensiva herejía. Por eso los unos quisieran quemar en leña verde a los otros en estos extremos nefastos y absolutos. Ambos extremos pierden su capacidad para ejercer el buen juicio y para tolerarlo. Para los fanáticos y los frenéticos, no parece haber posibilidad ni cabida para entender que en todas las personas existen cualidades y defectos, aciertos y errores; pero hace falta tener mucha ecuanimidad y capacidad de análisis para que, pudiendo ver tanto lo uno como lo otro, lo “bueno” y lo “malo”, se logre reflexionar, evaluar y decidir qué merece ser reforzado, qué requiere ser corregido, en su lugar y en su tiempo sin perder de vista el propósito del bien común.
El debate o la diatriba entre frenéticos y fanáticos carece de valor porque en la mayoría de las veces, sus argumentos están saturados de falacias, especialmente informales tales como: Falacia de llamado al pueblo, o de apelación a la multitud (ad populum) –“porque así piensa la mayoría”, Falacia de apelación a la autoridad (ad verecundiam) –“Porque lo dijo tal o cual líder de opinión”, Falacia de ignorancia (ad ignorantiam) “”porque hablamos sin saber o carecemos de fundamentos, evidencia o conocimiento”, y la peor de todas: la Falacia Ad Hominem, porque aunque “el hecho de insultar a una persona dentro de un discurso —de otro modo racional— no constituye necesariamente una falacia ad hominem. La falacia se comete al limitarse a desacreditar a la persona que está ofreciendo la afirmación, para luego no criticar el contenido de la afirmación.” No importa si no hay unanimidad, lo que importa es el respeto a la decisión de la mayoría….lo importante es que no prevalezca la animadversión entre las partes.
Porque, cuando las cosas son así, convertimos en un circo romano, donde definimos el presente y el futuro con “pulgares arriba” o “pulgares abajo”; con un “like” o un “no-like”, sin términos medios, sin puntos de encuentro, sin posibilidad de llegar a acuerdos. Un verdadero «verso pollice» o «converso pollice», es decir, si el giro de muñeca debe efectuarse con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. ¿Se queda o se va? ¿Ratificación o revocación?
Pero como dice el refrán popular, “En este mundo nada es verdad y nada es mentira, todo es según el color del cristal a través del cual se mira”.