Cuarenta años atrás aquí, en estas 60 hectáreas, unos 2 mil 500 lotes, había guayabos, morales de mora negra y henequén; era un gran monte que, aunque no estaba tan tupido de hierba, incluso pastaban vacas. Hace unos 30 años Américo Villarreal Guerra, entonces gobernador tamaulipeco, gestó aquí el desarrollo de la colonia ejidal 7 de Noviembre, la que a la postre fue rebautizada con su nombre.
Está asentada en la periferia de la capital tamaulipeca, hacia el surponiente, no muy lejos de donde se erige imponente la Sierra Madre. O bien, como dice el comerciante Felipe Pérez Amaya, que tiene una tienda de abarrotes en la calle Ceferino Morales, “estamos a un lado de la carretera vieja a Juamave”.
La Américo es como cualquier barrio de ciudad norestense. El calor pega desde ya; apenas es 3 de abril y el termómetro dice que hay 32 grados, pero el sol es intenso. Por la Ceferino venden lo de rigor en domingo: menudo, barbacoa y gorditas.
Pero igual se venden y bien, para refrescarse, las rusas, chamoyadas, chamigomas y raspas. Hoy parece esta cuadra un tianguis, pues hay vendimia y están de fiesta, pues el hijo de aquel gobernador que creó esta colonia cuando era gobernador, viene precisamente a pedirles su apoyo para emular a su padre.
Entonces las ventas de los comerciantes tienen un incremento, incluyendo al Oxxo, que por estos lares no faltan en ningún barrio, al igual que los estanquillos, que se niegan a morir.
Felipe Pérez Amaya es dueño de abarrotes Ricky, asentado en la avenida principal, la Ceferino Morales, a unas dos cuadras del templete instalado para el mitin de Américo Villarreal Anaya, quien busca la gubernatura de Tamaulipas por Morena-PT y el PVEM.
Hoy el comerciante, su esposa y una ayudante no se dan abasto para atender a la clientela, la habitual que compra queso veracruzano o de Aldama, machacado de El Encinal o chorizo de Jaumave y los productos básicos para el día, como los refrescos de cola. Hoy les piden agua, más refrescos, paletas de hielo, fritangas y dulces.
Felipe Pérez conoce este rumbo desde que era un ejido, pues en su juventud estudió en la Escuela Secundaria Tecnológica Agropecuaria No. 167, asentada por el área. Recuerda que por aquellos años, finales de los 70 por aquí jugaba lazando vacas, entre guayabales y morales.
Luego, a finales de los 90, cuando regresó, se asentó a vivir en la colonia junto con su familia.
“La colonia le puedo decir que es tranquila. ¿Y sobre Américo hijo qué le puedo decir? Pues que va a ganar, es el mejor. Yo no se de política, pero lo poco que se, me dice que es el bueno, pues para que haya un cambio”, dice el hombre de 57 años.
Algo similar opina Manuel Río Corona, vecino de la calle Ley Agraria. Oriundo de Guémez, pero arraigado en Ciudad Victoria desde hace 38 años.
“Aquí, pues la verdad nos da gusto que venga este hombre, el doctor Américo. Muchos de por acá conocimos a su papá, un buen hombre, como él. Está colonia, que antes era el ejido 7 de Noviembre, pues se hizo gracias a él, y pues le tenemos aprecio, al papá y al hijo”.
Manuel Río recuerda que los primeros que tuvieron lotes para vivienda fueron los hijos de los ejidatarios, y luego gente que necesitaban un lugar donde vivir.
A más de 30 años de fundada, algunas calles de la Américo Villarreal siguen sin conocer el pavimento, aunque dicen algunos vecinos que cuentan con todos los servicios públicos y vivien tranquilos.
“Pues el agua falla, pero pues como dicen, las Comapas están mal manejadas, dicen que ahí los del PAN robaron mucho, y junto con los del PRI nunca hicieron nada y ahora ya no llega el agua, hay muchas fallas. Por eso le digo, necesitamos que ya no roben, que haya un cambio”, platica María, una mujer vecina de la colonia Hermanos Flores Magón.
En la Américo Villarreal, donde se aprecia el contraste entre casas grandes de buenas fachadas y modestas y sencillas, proyectan la emoción de la esperanza ante el actual proceso electoral.