Vincent Petrus Anna Sebastiaan Janssen llora en el banco de Rayados. En su desesperación se cubre el rostro con las manos. Es la velada del partido correspondiente a la Jornada 15 del torneo Clausura 2022 del Futbol Mexicano, el miércoles 20 de abril, contra el Atlas. Ha sido sustituido al minuto 71 por Claudio Matías Kranevitter.
El juego termina con un empate sin goles.
Janssen acumula 20 partidos sin anotar. ¿Es digno de simpatía y compasión, este pobre futbolista que ha tenido muy mala suerte frente al arco? No lo creo. Al muchacho sí, hay que darle palmadas de aliento y animarlo a que persevere. Pero al futbolista hay que demandarle resultados, porque el club lo presentó como una estrella que le daría muchas alegrías a los ilusionados aficionados que compraran abonos.
Traído desde muy lejos, es uno de los fichajes más caros del futbol mexicano y su contratación para Rayados es un fracaso. Y lo sabe. Por eso se sienta con los suplentes y llora su frustración y, quizás, su vergüenza. Se ha mencionado que gana dos millones de dólares al año, algo así como poco más de tres millones de pesos al mes. Vive como un sultán en un país de pobres. Pero eso no es su culpa. El representante que le maneja la carrera es un excelente negociador y, si hay que tirar dardos de coraje es hacia la directiva que lo firmó.
El neerlandés de 27 años acumula una gran presión sobre los hombros. Llegó a Monterrey con un gran cartel internacional. Jugó en la Naranja Mecánica, el poderoso seleccionado de su país, lo cual es una excelente carta de presentación. Pero acá en México su récord es deficitario. Desde que llegó el torneo Apertura 2019, en 81 partidos ha anotado 22 goles, con cinco asistencias. Se hace presente en el marcador cada cuatro partidos, más o menos, un registro indigente para un atacante de talla internacional.
Como profesional, está consciente de que se le trajo para estar metido adentro de una olla exprés y que dependerá de él despresurizarse. Y lo único que lo salvará es que comience a meter la pelota en estos tres palos blancos que son su único objetivo laboral en la vida. La misión es muy complicada, por supuesto, pero es de suponer que tiene entrenamiento especializado, personalidad y que ha demostrado que posee cualidades sobresalientes para jugar futbol, pues apenas un puñado de ciudadanos entusiastas que patean la pelota en el orbe consiguen llegar al profesionalismo y son muchos menos los que son exportables.
El futbol no puede ser observado con ojos de piedad, y mucho menos de lástima. Es un gran error contemplar el juego con sentimentalismos. Es bueno sentir apego hacia un jugador, pero si se le premian sus errores, la competencia tenderá, necesariamente a convertirse en un circuito mediocre en el que la exigencia queda relegada por la aceptación hacia el futbolista que luce mejor la playera, su nuevo peinado, la barba mejor afeitada. En Rayados Janssen tiene el espejo de André Pierre Gignac, el francés que juega en Tigres. Los dos llegaron, como europeos que reforzarían el ataque de sus respectivos equipos. Lo que pasa con el galo es que, si bien ha tenido algunos momentos improductivos, ha podido sobreponerse con carácter. Y si bien la temporada pasada se le hacía acabado, ahora es el líder de goleo en la liga azteca. Lo que está visto, además, es que es mejor bordeando el área y saca disparos seguidos, a diferencia del nacido en Países Bajos, que parece no encontrarle cuadratura a su cuerpo cuando se coloca el fusil en el hombro.
Está bien que llore, Vincent. No es piedra, queda claro. Pero se espera de él que levante la cresta y que afile los espolones. Debe abrirse la camisa y poner el pecho a la metralla, para aceptar la crítica y, rejoneado, convertirse en el referente del gol que estaba llamado a ser.