En el caso del América este jueguito ramplón no solo es de 22 weyes en calzones correteando una bola, sino que es asunto de meterla, en los dos primeros minutos del partido pudimos liquidar el encuentro, de acertar la de Viñas y luego la doble defecación de Diego Valdez, eso nos mandó a la fregada, no hay perdón para todos los de Coapa, incluso en el primero de los dos juegos también la cajetearon mucho y pudieron haberse ido con viento fresco a La Bella Airosa.
Por cuanto toca a los Tigres, estuvo de locos, lograr una remontada de 0-3 del primer partido, meter cuatro en el universitario y no avanzar, es no valer queso para los mininos o felinos.
Justicia divina o algo así para el Atlas, porque dicho con toda sinceridad le regalaron el penal a Gignac, él fue el agresor dándole un caderazo en el rostro al defensa rojinegro Hugo Nervo, el rival ni tocó al francés.
Sí, fracaso para ambos amarillos, Águilas y Tigres, ellos son para campeonar, traen nóminas groseramente superiores a las de los demás equipos, si no levantan la copa, se considera fracaso.
¿Fracaso, decepción? esos son las de Monterrey, Guadalajara y Cruz Azul, un poco menos UNAM, pero de esos cuatro no es muy digno, ni merecido, llamarlos “Grandes”.
Pero ni UANL ni América por lo que hicieron en sus respectivos dobles juegos con Atlas y Pachuca, merecían llegar a la final, ya no digamos ganarla.
FINAL MUY “PROVINCIANA”
Honor a quien honor merece, los dos finalistas -Pachuca ni se diga- son realmente los dignos merecedores de estar ahí.
Atlas, de una ignominia de 71 años podría alzarse con el bicampeonato, aunque siempre lo hemos dicho, le ponemos un asterisco (*) a ese campeonato pasado, al igual que antes que ese, al título que obtuvo Cruz Azul, tras 23 años de pura seca, de solo andarla defecando.
Esos dos trofeos nos despiertan harto “sospechosismo”, discúlpenos, somos muy desconfiados e incrédulos, que le vamos a hacer, la burra no era arisca.
Aclarando que ambos campeonatos, el de La Máquina y luego el de los Zorros, fueron “ayuditas” a dos equipos que estaban arriba en la tabla, que ahí la llevaban jugando bien, pero que a nadie le cae mal que le vayan haciendo la plana y allanándole el camino, con pequeñas cosillas, para ir permitiéndoles avanzar a la gran final y luego ganarla, no eran malos, estaban bien, jugaban interesante y para adelante, pero sí se les auxilió cada uno en su temporada y liguilla de trofeo, “algo” o “alguien” les echó la mano.
Ahora, a diferencia de hace seis meses, ya encarrerado y encaminado, el Atlas está bien sentado en la final, merecidamente, pero Tuzos creemos que es una verdadera ingonada, ninguno tan parejo y tan bien conjuntado, como los Pachucos.
Va a estar buena esta final tan silvestre, tan provinciana, donde acá en el norte casi ni aficionados tienen esos dos equipos, un servidor tiene a un sobrino, el doctor Roberto Belloc, quien desde niño le va a Los Margaritas, no sabemos por qué eligió a ese conjunto, pero en fin, él ha sido fiel seguidor de ellos, solo por verlo feliz, deseamos que logren el bicampeonato, pero un servidor cree que será Pachuca el ganón.
CHECO PEREZ “PERICO-PERRO”
Lo de Sergio Pérez de ser obligado por sus patrones a dejar ganar a su coequipero Max Verstappen en el Gran Premio de España, ahí quedará para la historia y marcará el papel de Checo en Red Bull, o sea, de segundón, eso es lo que es, para eso le contrataron.
El equipo austriaco dejó muy claro al mundo, el número uno es Max, el niño mimado es el de los países bajos, ¿bajos? los directivos de esa escudería con esta chicanada.
Checo es la Chacha, nada más, la nana del bebito europeo, esa criada que se tiene que rifar a guamazos contra los maloras del barrio para que al niño bonito de la casa rica, no se le bañen los avispados vaguitos.
A ver si ya le va buscando este bato, pues ya se vio que en ese equipo no va a pasar de “perico-perro”, SÍ, su papel es ser el de perro de rancho, cuando hay fiesta lo amarran y cuando hay peligro lo suelta para que vaya a partirse la madre con los coyotes, los lobos, los jabalíes y con los marranos salvajes o asilvestrados, muy marranos por cierto, como los directivos de Red Bull.