Mi abuelo, que era medio rojillo, de la vieja guardia priista, decía que los diputados son unos fulanos que sólo se ven en las noticias. La calle no parece ser el hábitat de esa fauna salvo en campañas que, ya se sabe, no son más que una costosa puesta en escena. La definición vale para los titulares de los otros dos poderes.
Los “recorridos” por colonias populares son más convocatorias a los medios de comunicación que consultas efectivas al ciudadano de infantería. Lo que me hace pensar que estamos en un estado muy semejante a la sobrevalorada democracia ateniense, donde la gran mayoría de la población no tenía ni voz ni voto. Claro, nuestra moderna isonomía nos permite votar, pero, como en Atenas, votamos por un grupo reducido de personas, reiteradas y recicladas; las consecuencias llegan a ser devastadoras. El elenco político es escaso y normalmente famélico.
Lo menos que esperamos es que esos tres poderes tengan mesura y discreción en sus ambiciones personales y de grupo. La gobernabilidad depende de las funciones, no de las opiniones; de las leyes, no de las consignas. En engranaje está ahí, es perfectible siempre, pero como está ya es funcional. No se vale forzar la maquinaria, porque se barren los engranes y se capan las tuercas. Esto es precisamente lo que parece estar sucediendo en Nuevo León con la “leva” naranja, que creo que tiene una cola más larga que la de un dinosaurio priista y una lengua panista. Ambos partidos víctimas de una epidemia cítrica tan aparatosa como la viruela de los changos. Y como en esa viruela, sí hay tratamiento y vacuna, y llega ser fatal cuando el infectado ya está débil por las mentadas comorbilidades. El PAN y el PRI no agonizan, pero… No se atreven a curarse.
La “conversión” de funcionarios no es novedad en México ni en Nuevo León (Lilly Téllez no me dejará mentir); no asombra por el hecho sino por la cantidad y sincronía de las conversiones. Coincide con un súbito incremento en la difusión de acciones y proyecciones del gobierno estatal. Un cambio notable en la comunicación social que refuerza el protagonismo del gobernador y pone brackets de seguridad al gabinete. Cada declaración del gobernador García, asombrosamente serio y aparentemente empático, toca puntos sensibles para la gente. La movilidad, la falta de agua, la seguridad, la contaminación, la corrupción… todos estos factores que muy poco antes le habían estallado en la cara al “gobernatore”. No hay soluciones aún. Hay propuestas y planes. No sabemos si funcionarán, pero el sólo hecho de plantearlos reditúa mucho más que un videíto ridículo en TikToc (gobernar es cosa seria). El tema del feminismo sigue en la báscula, porque no me late que Graciela Buchanan sea la solución… ¡Dios dirá!
Si a esta intensa actividad sumamos las conversiones anaranjadas, la dimensión se magnifica, porque pareciera una revolución incruenta que prefigura a ese nuevo Nuevo León que promete Samuel. Una guerra donde el arma visible es la contumelia en medios y redes, pero la verdadera arma contundente es la “vieja política”. En efecto, la táctica naranja de captar y cooptar funcionarios de otros partidos sólo hace evidente la vieja práctica de negociar, presionar, extorsionar… Es inverosímil, y digno de una investigación a fondo, que un alcalde cambie de partido para favorecer al municipio que gobierna. ¿Acaso el gobierno estatal apoya sólo a los alcaldes de su propio partido? ¿No existen mecanismos legales para la distribución equitativa de recursos?
Tampoco suena coherente que esas deserciones faciliten la comunicación con los alcaldes o diputados. Es precisamente el hecho de que los funcionarios se aferran a su militancia lo que rompe los diálogos y causa enfrentamientos. Una corbata naranja no garantiza una disposición para llegar a acuerdos ni para ejercer la función pública con honestidad. Como nunca antes, los funcionarios exhibieron su militancia, como los guajolotes, esponjados y ruidosos. Lo que me significa que toda esta refocitala no tiene qué ver con la gente sino con el poder. Véase si no la oportuna cuña que mete MC en el Congreso. Nótese la bofetada al proverbial cacicazgo panista en el estado.
Pero, ante todo, considérese la coincidencia de esta “revolución” con el descrédito del líder nacional del PRI, con las sandeces reiterativas del líder nacional del PAN, y con las elecciones en varios estados. El efecto de este nado sincronizado no se queda tras los límites estatales. Además, con el eventual pilón de impulsar la proyección del gobernador García como presidenciable contumaz, ya que se ha mantenido a la saga del alcalde Colosio quien, sin hacer mucho esfuerzo y a pesar de Nueva York, encabeza a los presuntos de MC. ¡Una carambola de tres bandas perfecta!
De lo que sí estoy muy seguro es que esta maquiavélica estrategia (el general Sun Wu tomaría nota), no está pensada para favorecer a los ciudadanos. El daño y beneficio que causa a los partidos es el objetivo real, no colateral. Y más seguro de que los nuevos emecistas, en la práctica, seguirán siendo y ejerciendo sus funciones exactamente igual que siempre, a como Dios le dé a entender. ¿Con más recursos? Tal vez… pero con más compromisos.