En noventa minutos se alcanzó el consenso entre alcaldes y autoridades estatales con Agua y Drenaje de Monterrey para decidir que la población solo tenga agua de 4 a 10 de la mañana. Me pregunto si alguno de los asistentes a esa reunión tendrá hoy los sanitarios sucios porque no hay agua para bajarle. Lo dudo; con toda seguridad ellos han de contar con cisternas en sus casas con capacidad de almacenamiento suficiente para que en sus residencias el problema sea solo un tema de declaraciones a la prensa.
“Una decisión complicada”, dijo Juan Ignacio Barragán, director de la paraestatal. Según las notas periodísticas, en la reunión se discutieron diferentes soluciones y se optó por la más conservadora. Claro que todas implicaban recortar las horas de servicio. Nadie presentó alguna idea novedosa que se saliera de la caja.
Y es que contando con agua potable segura en sus casas es difícil pensar en otras soluciones. Tal vez habría que prohibirles usar sus cisternas por un par de semanas. Con toda seguridad encontrarían decenas de ideas viables.
Cuando el gobernador Medina lanzó el proyecto Monterrey VI en 2015 ya todos sabíamos que era cuestión de tiempo para que llegáramos a la situación crítica que estamos viviendo. Los políticos de oposición y los líderes sociales del estado protestaron porque sospechaban que sería motivo de tremenda corrupción; y muy probablemente tenían razón. Consiguieron matar el proyecto, pero no hicieron nada en su lugar. Se presentaron ideas alternativas como desalinizar agua de mar y traerla a Monterrey; las empresas que dependen del agua potable para sus productos (cerveza, refrescos, jugos, agua embotellada, etc.) crearon el Fondo de Agua Metropolitano de Monterrey, que languidece en el barril de las buenas intenciones; el Tec de Monterrey lanzó programas educativos en torno al agua y hasta contrató a uno de los expertos más reconocidos en acuíferos, que terminó renunciando cansado de la grilla en la institución educativa. En resumen, pura llamarada de petate. Nadie fue capaz de poner en acción algún proyecto viable y aquí estamos, rezando para que nos llegue un huracán o de perdido llueva un poquito en la sierra.
Samuel García anda más preocupado por comprar posiciones en el Congreso y rescatar raperos venezolanos que por ver cómo resolver el problema de la falta de agua. Nuestros líderes empresariales y sociales tampoco se ven muy ocupados en buscar salidas a la crisis. Habrá que recordarles que en la capital despacha un político al que le encantaría requisar los pozos de agua privados nada más por fregar. Después de todo, el artículo cuarto de la Constitución, en su párrafo sexto dice: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho…”