La aportación más importante de los ídolos a la sociedad no está en los títulos, los trofeos o los anillos de campeón que ostentan.
La historia del ex portero de los Rayados, Ricardo Martínez, nos da algo de luz sobre un pequeño gran detalle que suele caracterizar a los héroes deportivos: una personalidad moldeada por el fuego lento de la adversidad.
Más allá de los formaciones, los sistemas y las estrategias, el secreto del éxito individual y colectivo en el deporte radica en la administración del factor humano.
No es casualidad que Martínez haya alcanzado su techo futbolístico, tras uno de los más momentos más críticos que vivió en su carrera.
A principios del año 2002, Ricardo sufrió una lesión en el Tendón de Aquiles que le hizo vivir varios meses sin poder jugar.
Para no hacer tal larga la historia, esa lesión derivó en que Ricardo no llegara a un acuerdo para seguir con los Rayados, que estuviera a punto de perder su carrera, que tuviera que ir a la Primera A antes de regresar al Monterrey, para ser héroe del título del Clausura 2003.
“Cuando el equipo sale campeón, sin duda, tuvo que ver que yo pasara esa situación por Oaxaca, que es lo que me fortalece, que es lo que determina que diga, “no quiero volver a vivir así”, dice Martínez.
Las historias del deporte suelen servir para inspirar y para alegrarnos en medio de los tragos de amargos de la vida.
Así, nos queda reflexionar ¿cuál será el papel del futbol regio en esta época de tantos problemas sociales que vive Nuevo León?: crisis del agua, desapariciones, violencia, pandemia, crisis económica.
¿Servirá para inspirar y hacer respirar un poco a los ciudadanos que habitamos el Estado?