¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. Eclesiastés 1:9.
En alguna ocasión leí un artículo de Enrique Krauze en el que simplemente se limitó a glosar frases de Daniel Cosió Villegas de su libro titulado “El estilo personal de gobernar” en el que uno como lector simplemente disfrutaba los caminos por donde se nos iba la mente después de leer los párrafos seleccionados por el historiador.
El libro aludido en el título de la presente columna es una novela de Gabriel García Márquez que nos describe la conducta de un hombre de poder en el ocaso de sus días. Con su ya característico realismo mágico Gabo nos mete en la conducta humana y nos hace entender los resortes que llevan al protagonista a las acciones de sus últimos días de gobierno.
Comencemos pues la lectura de los fragmentos de este Patriarca y que la lectura nos lleve por donde nuestra osada mente nos quiera llevar.
“No hizo nada para disimular el terrible exorcismo del mal sueño sino que se valió de la ocasión para liquidar el aparato legislativo y judicial de la vieja república, abrumó de honores y fortuna a los senadores y diputados y magistrados de cortes que ya no le hacían falta para guardar las apariencias de los orígenes de su régimen, los desterró en embajadas felices y remotas y se quedó sin más séquito que la sombra solitaria del indio del machete que no lo abandonaba un instante”.
“Cuando el poder no era todavía el légamo sin orillas de la plenitud del otoño sino un torrente de fiebre que veíamos brotar ante nuestros ojos de sus manantiales primarios, de modo que bastaba con que él señalara con el dedo a los árboles que debían dar frutos y a los animales que debían crecer y a los hombres que debían prosperar, y había ordenado que quitaran la lluvia de donde estorbaba las cosechas y la pusieran en tierra de sequía, y así había sido, señor, yo lo he visto, pues su leyenda había empezado mucho antes de que él mismo se creyera dueño de todo su poder, cuando todavía estaba a merced de los presagios y de los intérpretes de sus pesadillas”.
“Era difícil admitir que aquel anciano irreparable fuera el único saldo de un hombre cuyo poder había sido tan grande que alguna vez preguntó qué horas son y le habían contestado las que usted ordene mi general”
“Sintió él peso del tiempo, padeció por un instante la desdicha de ser mortal”.
“Aspirando por primera vez el aliento sin poder del general, la intensidad de su intemperie política. Sintiendo en el horizonte los tambores de conjuro que salían al encuentro del desastre”.
“Se la llevaron en bandadas hasta más allá de los confines de su desmesurado reino de pesadumbre, y en todos los cielos de la patria se oyó al atardecer aquella voz unánime de multitudes fugitivas que cantaban que ahí viene el general de mis amores echando desecho por la boca y echando leyes por la popa”.
“Escupió con las palabras una ráfaga mortífera de autoridad”.
“Se mostraba en público de cuerpo entero asumiendo los riesgos del poder como no lo había hecho en épocas más plácidas”.
“Se le pasó la ventolera de preguntar si lo querían o si no lo querían”.
“Por si se daba el caso de salir corriendo como esos pobres presidentes de ninguna parte que pastoreaban el olvido”.
“La falta de sentido con que despilfarraba las ganancias del poder”.
“Sin más razones ni más méritos que el apetito bárbaro de mandar”.
“Y eran reyes absolutos en sus tierras, con sus leyes propias”.
“Se pensaba que era un hombre de los páramos por su apetito desmesurado de poder, por la naturaleza de su gobierno”.
“Las descripciones de sus historiadores le quedaban grandes”.
“Le gustaba estar rodeado de aduladores impávidos”.
“Para conseguir que le dijeran por las buenas la verdad ilusoria que le hacía falta a su corazón”.
“Los reconoció uno por uno con la memoria inapelable del rencor”.
“Él solo era el gobierno, y nadie entorpecía ni de palabra ni de obra los recursos de su voluntad, porque estaba tan solo en su gloria que ya no le quedaban ni enemigos”.
“Repartiéndose todos el botín de su derrota. Tan absortos en los abismos de la codicia”.
“El torrente incesante de la realidad que se lo iba llevando hacia la tierra de nadie de la compasión y el olvido”.
Querido y dilecto lector, leer nos permite entender la conducta humana.
El tiempo hablará.