San Pedro Garza García, N.L.-
Para Josefa Villanueva era una buena idea convocar a un grupo de amigas para subir por un paraje del Parque Ecológico Chipinque, cercano a la casa abandonada del General Almazán.
“Empezamos nuestra caminata a las 7:00 de la noche, porque la idea era que nos anocheciera para poder ver el espectáculo de luciérnagas. Cada mes de julio Chipinque se viste de luces con estos pequeños insectos que a más de uno nos recuerda nuestra niñez”, dijo la comunicadora quien coordina clubs literarios, por Facebook.
Pepita señaló que fue un deleite ver a miles de luces que se movían en la negrura del bosque.
“Estábamos en una vereda, en medio de una cañada, el lugar perfecto para apreciar las luciérnagas, cuando, de repente, ¡se nos apareció un oso negro!”, expresó.
Ella estaba intentando grabar un video, cuando Nancy, una amiga le dijo “viene un oso”, luego giró su vista a la izquierda, rumbo a la vereda, y ve la “bola negra”, inmensa, en medio, que los estaba viéndolas.
“Me salió del alma: ‘pérense, no corran! Porque yo sabía que nunca se debe de correr en esos casos… ¿Y qué creen que fue lo primero que hicimos? Pues ¡corrimos!”, dijo.
Corrieron… y eso es lo peor que se puede hacer en una mini vereda angosta, con montaña de un lado y caída del otro, y para regresarse tenían que subir por un tipo escalones de piedra.
“No cabíamos las cuatro y ninguna queríamos ser la de atrás… Ahí nos vieran, todas amontonadas tratando de subir. Casi unas encima de otras. Teníamos que guardar la calma, pero no encontrábamos el lugar preciso para detenernos”.
Hasta que llegaron a un espacio donde podían caminar a lado de la vereda y donde había árboles (flacos, pero al menos sintieron que las podíamos cubrir).
“Cada una nos pusimos atrás de la otra (ni nos alcanzaba a tapar) y nos quedamos calladitas y quietas por un rato. El oso apareció y se puso frente a nosotras; caminó de un lado para otro y de pronto se echó. No nos podíamos mover ni tantito porque se escuchaban cañón nuestras pisadas en las hojas secas. Era un mar de hojas”, explicó.]
Luego narró que el oso negro permaneció echado, mientras que ellas estaban quietas.
“Ya me imaginaba yo que estaríamos ahí toda la noche”, dijo riendo, “estuvimos como 15 minutos así, nosotras petrificadas y el oso ‘ahuevonado’, hasta que a lo lejos se escucharon risas”.
Al final el oso negro se levantó y despacio empezó a caminar en dirección de otras personas.
“Esperamos hasta que se dejaran de escuchar sus pisadas sobre las hojas secas y emprendimos la huida”.
A raíz de esta experiencia hay que pensarla dos veces en subir de noche a Chipinque, y si lo hacen consideran llevar gas pimienta como protección.
Por lo que ha visto, los osos de Chipinque están muy acostumbrados a los humanos.
“Se acercan muchísimo todo el tiempo y, hasta la fecha, nunca ha pasado un accidente nada, pero siempre hay que tener precaución”, dijo.
En el video, todo oscuro, no se aprecia el animal, pero es muy clara la expresión de asombro que dijo Pepita: “¡Ahí viene un oso… pendejas!”.
“Cada vez que escucho el video me muero de risa”, reconoció Pepita.