Poder correr es un valioso regalo que nuestro cuerpo nos entrega, es en realidad una celebración porque contamos con la salud para hacerlo, algo que aprendí a valorar mucho en mis tiempos de lesión.
Ahora que vuelvo a integrarme a los entrenamientos ya más pesados enfocados a correr un maratón, me encuentro reflexionando acerca de algunas cosas que antes no veía.
Por ejemplo antes de sufrir mi lesión, siempre daba por hecho el día siguiente, y la semana, y en general, el mes completo del entrenamiento, no tenía en mi cabeza cabida la idea de que algo pudiera detenerme o hacer que pausara lo acordado con mi programa.
Ahora cada que hago una distancia larga, me concentro mucho en lo que estoy haciendo, buscando no lastimarme de nuevo y no dañar algo más que pudiera hacer que tenga que parar otra vez.
Al terminarla, de igual forma me vuelvo a concentrar en el estiramiento, tratando de sentir cada parte de mi cuerpo y, sobre todo, ver si alguna me está queriendo decir algo, ¿cómo ves? “más tranquila”, “no te aceleres” o en el mejor y más esperado de los casos que voy bien” y que siga adelante.
Ese día, que suele ser el más pesado de la semana cuando entrenas para un maratón, consiento mi cuerpo aplicando hielo, hidratándome y alimentándome con especial cuidado, procuro en la medida de lo posible no tener tanto ajetreo físico durante el resto del día y, por supuesto, llegar a la cama temprano.
Todo esto, con el fin de que a la mañana siguiente al despertar y dar los primeros pasos del día antes de salir a entrenar, pueda hacerlo y pueda terminarlo sin ninguna dolencia.
Y de esta manera seguir avanzando en el camino hacia mis próximos 42 kilómetros, que este año serán para mí como si fueran los primeros en mi vida.
Esto antes no lo veía de esa forma, corría y daba por sentado que mi cuerpo estaría bien siempre, que mi mente era la que se encargaba de todo, así que no me molestaba en escucharlo, aunque este a veces ya gritaba que parara y descansara, por favor.
Afortunadamente aprendí de la alta factura que este me pasó y ahora celebro cada paso que avanzo junto con el, que nos está costando tanto como la primera vez, pero tengo la certeza que con constancia y disciplina llegaremos de nuevo a donde nos quedamos, esta vez, con más experiencia.
Así que compañero corredor aprecia lo que valioso que tienes que es tu cuerpo, tu salud agradece por poder hacerlo cada día, no abuses de él y este te recompensará con una mejor calidad de vida a lo largo de los años.