Al pensar en la rutina de un corredor, para alguien que no lo es le pudiera resultar algo muy tedioso, monótono y hasta aburrido, después de todo ¿qué de gracia puede tener hacer lo mismo día tras día?
Es verdad, en varias ocasiones así me lo han manifestado, personas ajenas a este deporte y que simplemente no entienden como es que podemos estar “corre y corre” todo el tiempo.
Mencionan cosas como, por ejemplo, que la mayoría de las veces hacemos las mismas rutas, año tras año repetimos las mismas carreras y maratones, y ahí seguimos, corriendo siempre.
Que por qué no nos aburrimos de lo mismo, que si no nos fastidiamos de madrugar para entrenar, que por qué si no ganamos alguna carrera, seguimos pagando para correrla.
Si soy sincera, a veces no puedo responder algunos cuestionamientos, porque ni yo misma sé exactamente por qué hago ciertas cosas, pero no en un mal sentido, si no todo lo contrario, en esos casos me limito a decir que sólo lo entenderían si lo practicaran.
Y es que la rutina de los corredores, para los que lo somos, es algo maravilloso, y si algún día la perdemos, sentimos hasta que nos falta el aire, y no estoy exagerando.
Es algo que nos ordena si, pero también algo que disfrutamos, es nuestro momento del día a solas con nuestros pensamientos, donde cada uno de ellos va cayendo en su lugar.
Todo lo que acontece a nuestro alrededor diariamente, mientras corremos, pasa por nuestros ojos como una bonita estampa, lo que sea que veamos cuando lo hacemos, vuelve a repetirse el día siguiente, y el siguiente, hasta volverse parte de uno.
Y eso aunado a la adrenalina propia del ejercicio, y la sensación de bienestar general que proporciona, se vuelve algo que no podemos o no queremos perdernos ni un solo día.
Lejos de ser tediosa o aburrida, la rutina del corredor, que no solo es necesaria, porque nos brinda estabilidad y algo más, que sólo teniéndola se podría entender.