Pasajes de terror vivieron los aficionados de Bilbao la tarde del 25 de agosto, cuándo Andrés Roca Rey, el ciclón peruano, conmocionó al tendido bilbaense y puso de cabeza a los aficionados y no aficionados del mundo taurino, inmortalizando una tarde de toros que sin duda quedará para la historia, del estoicismo, la responsabilidad, el valor, la entrega, el amor por su profesión y demás adjetivos del hoy mismo, primerísima figura del toreo mundial Andrés Roca Rey.
Nos hemos acostumbrado a las faenas de angustia y pasión de Roca Rey, pero ésta ultima en la plaza de Vista alegre en Bilbao no tiene comparación, pues se le puede calificar como una verdadera proeza artística y de valor desmesurado del peruano, y no tanto por lo que pudo hacer en lo artístico sino por su manera de entregarse al máximo, desafiando literalmente a la muerte. Demos gracias al santísimo de que hoy estamos hablando de un clamoroso triunfo y no de un desenlace trágico en el ruedo.
Con el toro tercero de la tarde un sobrero de la ganadería de Victorino del Río, Roca Rey inicia su faena con pases estatuarios ante una embestida violenta y con genio del toro, con entrega absoluta el peruano hace una faena vibrante, que en un momento vive momentos de angustia porque es cogido y zarandeado por el burel, en un hecho que merece el calificativo de terrorífico.
Maltrecho, mermado de sus facultades y bastante dolorido, con su sangre confundida con la del toro, Andrés Roca Rey regresa a los terrenos del toro para pegarle ceñidas manoletinas y en plan de máxima figura se tira amatar por derecho, fulminando al toro de un estoconazo, ante el delirio del respetable, exigiendo al Juez de Plaza le otorgue las dos orejas, quién en un plan de protagonismo “imbécil” le niega al torero, la segunda oreja del toro, ante la inconformidad y rabieta del público que abronca al “ocurrente” Juez de Plaza.
Al terminar la lidia del primero de su lote, trasladan al torero a la enfermería ante el asombro y preocupación de sus mismos alternantes, de las cuadrillas y del público; todo parecía indicar que el estoico peruano ya no saldría a lidiar el sexto de la corrida, su alternante y director de lidia, Julián López “El Juli” está listo para despachar al último de la tarde cuando repentinamente aparece en el ruedo el entregado Roca Rey.
Aparece entonces el sexto de la tarde de Victorino del Río; Roca Rey visiblemente mermado del brazo derecho, la rodilla, el rostro, la muñeca y las costillas hechas polvo, y ante un público de pie que lo ovaciona al máximo, inicia su faena de rodillas cambiando al toro que lo desarma y lo persigue, angustiosamente el subalterno Paco Algaba le hace el quite de forma milagrosa para que Andrés vuelva al toro y de manara suave y templada, casi casi acariciando al burel le liga una faena prodigiosa de valor y calidad, se tira a matar y corta las dos orejas. Dejando en el ánimo del espectador su estampa máxima de figura del toreo.
La tarde de Roca Rey en Bilbao, lo ha catapultado como un torero de época, su grandeza ha sobrepasado el límite, todo el mundo taurino habla y hablará por muchos años de esta tarde épica, sobrenatural en la que Roca Rey, ha dado muestra de lo grande que es como torero y que por otra parte ha re dignificado por mucho lo que representa la fiesta brava en el mundo.