Un Mundial de fútbol reúne a lo mejor del planeta, a equipos que se ganaron su clasificación a la justa.
Cuando empieza la competencia y vemos el desempeño de cada selección empiezan a catalogarse en sorpresas, decepciones y normales.
Hay potencias históricas como las europeas Inglaterra, Alemania, Francia, España, Holanda y Portugal, que si ganan serán normales; pero si pierden serán las decepciones si no llegan a cuartos de final al menos. Lo mismo pasa con Argentina y Brasil como los mejores de América.
En el rubro de decepciones queda, por segundo mundial consecutivo, Alemania. Podría incluir a Bélgica que sin ser histórico es decepción por no pasar de la primera fase cuando llegó con bombo y platillo.
Pero hay a quienes malamente llamamos sorpresas. Japón, Corea, Australia y Marruecos.
¿Sorpresa? Trabajo mejor dicho. Disciplina y dedicación. Estos equipos no sólo cargaron con buenos resultados y le han peleado a los históricos sino también con luchar contra apuestas y favoritismos al no generar tanto rating en una competencia Mundial.
Marruecos es el sobreviviente de esta generación de equipos a los que no les pesa enfrentar selecciones grandes por su historia y nómina. Es el ejemplo puro de un trabajo perfecto con una generación a la que su cuerpo técnico le ha sacado el provecho.
Mención aparte a Croacia quien sin mucha historia es grande. Un país joven que compite al más alto nivel y que en el fútbol se consagra al llegar a disputar su segunda semifinal consecutiva.
Un equipo grande que con su juego se ha ganado un asiento en la fila de los grandes, de los históricos, de potencia europea y mundial.
Marruecos contra Croacia, podría ser la final de una nueva historia para la dudosa FIFA.