Querido y dilecto lector, si su definición de amor es absoluta en el sentido de que dicho sentimiento tiene solo un rostro y una forma, le recomiendo que suspenda su lectura y busque otra actividad que no ofenda su sensibilidad romántica. La presente quizá sea una visión disruptiva del amor dada por un divorciado feliz. Una vez dada la advertencia, me siento libre de culpa.
Me place que hoy sea el día para meditar en lo que a mi leal saber y entender es el poliédrico rostro del amor, y hablar del amor es como barajar el destino, pues en mi largo o corto andar de la vida me he topado con una diversidad de relaciones que se sustentan en ese rasgo, que con obstinado romanticismo pretenden siempre llamarlo amor. Cabe señalar que me gusta embellecer los hechos, porque soy consciente de que la vida es como uno la cuenta, así que trataré de evitar lo trivial e intentar ir directo al punto.
Pienso que los asuntos del amor están dentro de los inexplicables misterios de la vida. Dios es amor, dice la Biblia, y eso en cierto sentido lo dice todo, pero en otro sentido me queda a deber.
Gratamente me sorprende que hay personas que, incapacitadas para el razonamiento, la atención o la cultura están bien equipadas para la felicidad. Así como hay quien se enamora de los silencios de una persona, hay quienes se enamoran de las muchas palabras del objeto de su afecto.
Los hay quienes después de un paciente peregrinaje en los caminos del amor, tienen el alma cubierta de escamas y están en un bochinche amoroso. Otros que acarician la secreta fantasía de quedar atrapado con alguien en alguna aventura erótica, sino es que ya están atrapados, y solo falta la ocasión. A algunos la lujuria los vuelve astutos y confunden eso con amor. Ojo, seducción y amor no son sinónimos.
Hay a quienes les asusta dar el paso irrevocable de casarse para siempre por temor a los fundamentos de la organización doméstica que requiere todo hogar. No se afligen demasiado por asuntos amorosos, y piensan para sus adentros que ni dementes subirían al patíbulo matrimonial. ¿Cobardía racionalizada?
Otras personas suelen caer abatidas por el embiste de los malos recuerdos y el rigor de la nostalgia.
Se ponen reglas para jamás sucumbir al sentimentalismo de las almas solitarias, nada de mirar hacia atrás ni idealizar etapas de amor que ya no existen. Y sobre todo tener un implacable sentido de la realidad que los salve de los deseos frustrados, los reproches inútiles, los pesados rencores y el vicio de lamentarse por todo y por nada.
Honorato de Balzac afirma que hay muchos caminos para llegar al amor, y dice que es totalmente humano que el deseo lujurioso eventualmente se convierta en amor, aunque no niega el alto riesgo que este camino implica, y en ese tenor hay quienes tienen esa mujer que les provoca un deseo perentorio pero renovado cada día con el ardor de los encuentros donde se abrazan exacerbados tratando de salvar el abismo entre los dos, y toda su pasión se estrella contra los remilgos de ella, cuya imaginación con justa razón permanece afiebrada por una pasión irreal que anhela y nunca llega. Quien vive una pasión así daría la vida porque su contraparte respondiera a sus sentimientos con igual intensidad. Muchos confundimos amor con emociones y aspiramos a que la persona que nos acompañe tenga belleza sin mácula en un cuerpo memorable y después nos damos cuenta que el amor es mucho más que estética física.
Por último, mencionaré a quienes padecen otros destinos diferentes al original que su pasión les sembró, a quienes el dolor de ese primer amor rechazado está bloqueado en algún lugar sellado de la memoria, esas son cosas que les suceden a los hombres cuando están estreñidos del corazón por una mujer y con el tiempo aguardan una especie de turno para seguirla con más curiosidad que aprehensión y en dado momento amar por asalto, pues como dice Stefan Zweig: “El rescoldo de un amor frustrado de la juventud tiene brasas calientes”.
Otros amores tienen vuelcos inesperados que pueden ser súbitos e imprevistos, pueden llegar en cualquier momento, pero es como tirarse el vacío de un precipicio con una mochila sin verificar si trae paracaídas; tanta emoción en la incertidumbre produce mucha adrenalina, pero por increíble que parezca ha llevado al amor y una vez que llega se disfruta en la dulce calma que da una certeza que parecía nunca llegaría.
Cualquiera que haya sido el camino que te llevó a la certeza del amor más allá de la pura emoción, pues no me queda más que decir, felicidades, disfruta si dura y también disfruta si no dura, ¿Cinismo o practicidad pura? No lo sé.
El tiempo hablará.