Tigres paga un precio elevado por el proceso de renovación.
Luego de la pasada década dorada, en la que se bañaron de títulos, ahora ha llegado el necesario y forzado proceso de renovación que incluye un cambio de la directiva, el cuerpo técnico y el plantel.
La transición ha sido de un ardor permanente y doloroso en la piel. Tigres no ha encontrado su cuadratura, ni su propia voz desde que se fue Alejandro Rodríguez Michielsen, El Inge, que fue el que armó el trabuco que le proporcionó a la institición y a la afición cinco copas ligueras, de la mano del entrenador Ricardo Ferreti y una férula marcadísima encabezada, en el terreno de juego, por André Pierre Gignac y Nahuel Guzmán.
El que legó el puesto como presidente del equipo en el 2021 fue, Mauricio Culebro Galván, un joven economista de la Universidad Iberoamericana, con maestría por Southern Methodist University – Cox School of Business, de Dallas, que ya había trabajado para el América y, por lo que se ha visto, conoce del negocio.
Sin embargo, hasta ahora los resultados no lo han acompañado y si bien es un tipo circunspecto, serio, de escritorio, ha desentonado en las formas para hacer las reparaciones necesarias en un equipo al que se le demandan únicamente campeonatos. Caso raro el de Tigres. En sus alforjas cargaba un peso de numerosos fracasos, por un equipo administrativo indolente y desorganizado que únicamente explotaba al aficionado, demandándole lealtad y gastos, a cambio de nada. La llegada de El Inge lo transformó todo, porque es un tipo que todo lo hace bien, a diferencia de sus chambones antecesores que navegaban en aguas tranquilas con un público fiel y enojado, pero que no dejaba de ir al estadio, comprar camisas e hinchar las arcas de la institución.
Alguna vez me dijo Rodríguez Michielsen, que acostumbrar a la afición a ganar, le había hecho un cambio en su cultura para aceptar la derrota. “Ya no son los Incomparables, ahora son los Insaciables”, reía, porque la fanaticada no se conformaba con nada que no fuera el éxito, el triunfo total, el campeonato. Los descalabros los enfurecían, pues demandaban las victorias a las que se habían vuelto adictos.
Culebro ha dado, hasta ahora, muy poco de eso y en el último año se ha visto decididamente mal, al tener en un semestre en el banquillo a cuatro entrenadores.
Miguel Herrera se fue en noviembre, al parecer por declaraciones desacertadas que dijo, luego de una eliminación. Su salida fue decisión de Culebro, su cuate, que lo echó por insubordinado. Aunque El Piojo es un bocón, su jefe pareció actuar movido que eso que llaman celo de poder, para demostrar que no puede haber improperios sin consecuencias.
Culebro trajo, como repuesto, a Diego Cocca, uno de los fiascos más sonados en el club. El che firmó, luego del bicampeonato con Atlas, pero se fue a mediados de esta temporada, llamado por la Selección Mexicana, que ahora conduce. Si se toma como decisión ejecutiva y fría, Cocca hizo lo correcto, pues vio por su futuro, y no faltó a ninguno de los acuerdos que pactó. Pero, sí quedó muy mal ante la afición, porque dejó tirado al equipo, luego de armarlo a su gusto.
Hay que ponerle otra tacha a Culebro, porque no cuidó la cláusula en la que se acordaba que el argentino podía dejar a Tigres si lo llamaba el Tri. No cuidó ese salvo conducto, que lo dejó con un palmo de narices.
El tercer strike de Mauricio fue al reclutar a Marco Antonio Ruiz, El Chima, que ya había dirigido equipos juveniles, pero que, como se vio, no estaba listo para tripular un barco de gran calado, y su aventura terminó en naufragio.
En otra decisión responsabilidad directa del Presidente, Tigres abre una nueva etapa, esta sí, parece ser de asentamiento, con Robert Dante Siboldi, un héroe en la puerta de los felinos que regresa a casa, con conocimientos y personalidad. El charrúa inició su camino con una goleada al modesto Motagua de Honduras, lo que significa nada.
El Consejo de Sinergia Deportiva, o los dueños de Cementos Mexicanos, propietaria de Tigres, deben ya estar inquietos por la forma en que ha manejado al equipo su joven estelar ejecutivo, que ha tomado tres decisiones consecutivas erradas, y que han gastado el bono de confianza que la afición tiene a los dirigentes.
Es muy complicado que, con un cuadro reestructurado, el conjunto felino dé el campanazo para levantar el trofeo en este torneo Clausura 2023. Y eso es lo que va a demandar la tribuna de Insaciables. El fracaso que parece inminente habrá de erosionar aún más la imagen de Culebro. Ojalá que el resultadismo pernicioso no empuje a los accionistas de Cemex a echar a Siboldi. Hay que recordar que Ricardo Ferretti, el entrenador histórico, tardó un año en carburar, pero los resultados que arrojó cayeron en cascada como una ducha de oro para la institución.
Paciencia, es el nombre de la mercancía que en estos tiempos está muy escasa entre los aficionados y los dueños del balón.