Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos llegamos al mes de mayo, y con esto es inevitable pensar en que de nuevo ya se vienen acercando los inicios de la preparación para maratones de otoño-invierno de 2023.
Hace poco más de quince días, por ejemplo, el Maratón Powerade Monterrey abrió sus inscripciones para la edición de este año, y con ello en definitiva se comienza a sentir esa necesidad de evaluación de rendimiento, y ver cómo vamos.
No les voy a mentir, en esta parte del año siempre me pasa que comienzo a sentirme presionada, aunque no dejo de entrenar, siento como si no estuviera avanzando como quisiera y me quiero acelerar, quiero hacer mil cosas, mi cabeza se vuelve loca y empieza un juego de auto saboteo que no es para nada saludable.
Como corredores tendemos a ser bastante ansiosos y queremos controlar todo lo que esté relacionado con nuestros entrenamientos, números y demás, está bien, pero creo que debemos ponernos un límite si no, volvemos esta actividad tan placentera algo estresante y que puede llegar a dañarnos, me refiero físicamente.
Algo que ahora me ha ayudado a ver las cosas de diferente manera y a tratar de estar un poco más relajada fue el estar lesionada por casi dos desgastantes y difíciles años, donde el pronóstico para volver a correr era muy negativo, en ese entonces después de algunos meses de estar “parada” lo único que pedía ya era volver a caminar sin dolor, sí ¡caminar!.
El primer año fue tan difícil para mí, sé que cualquier corredor me entenderá, pasé de entrenar diario seis veces por semana a no poder ni siquiera dar un paseo en el parque porque se agravaba más esa lesión, probando una y otra cosa, un doctor y otro, terapias, tratamientos, infiltraciones y no encontraba la manera de salir de ahí.
Ya para el inicio del segundo año, empecé a comprender todo lo que había hecho mal por mucho tiempo para llegar a estar así, y fue como inicié el proceso de aceptación de lo que me estaba pasando, con el tiempo fui de verdad valorando lo que era correr para mí y no niego que me arrepentí de hacer tantas cosas solo por mi necedad y terquedad de querer ir siempre un paso adelante, o varios.
Afortunadamente, al final llegué a las manos del doctor que me ayudó a regresar y después de una operación, y su respectiva rehabilitación, hoy estoy aquí de nuevo disfrutando lo que tanto me gusta, aunque con cautela.
Con esto no quiero decir que no me importe mejorar o que estoy relajándome de más, no, pero sí respeto mucho el entrenamiento, y sobre todo mi cuerpo, no hago cosas que no se me piden, si de pronto me desespero porque siento que no estoy avanzando como quisiera y mi cabeza quiere impacientarme como antes, tengo que poner un freno y simplemente decir: “no, tú sigue entrenando y todo llegará a su tiempo”.
Así que cuidado con la presión que nosotros mismos nos ponemos a la hora de evaluarnos, después de todo estamos en esto porque nos gusta y creo que muchos queremos hacerlo por todo el tiempo que nos quede de vida.