El futbol mexicano se ha pasado décadas buscando en el lugar equivocado.
Después de que a partir de la década de los 90 parecía haber encontrado el camino, los intereses, las luchas de poder, de nuevo le alejaron de la senda del éxito.
Esta había sido la gran cosecha: dos Finales de la Copa América, título de la Confederaciones, finales de Copa Libertadores, un título de Copa Sudamericana, dos coronas de Mundial Sub 17, medalla de Oro y de Bronce en Juegos Olímpicos.
Pero decisiones poco sabias han ido frenando todo ese crecimiento para convertirlo en retroceso.
Como muestra, el incremento de las plaza de extranjeros en los clubes, que ha propiciado una baja en la producción de jugadores mexicanos.
Esa tendencia a imitar lo que sucede en otros países sin preguntarse si eso que funcionó en otro lado, puede aplicarse a nuestro futbol, a nuestra idiosincrasia.
Se olvidan que en otros países donde existe una gran cantidad de jugadores naturalizados en sus Selecciones o de comunitarios en sus ligas, ese proceso obedece a un proceso cultural.
Es decir, como en el caso de Francia, jugadores cuya identidad se forjó en medio de todo un proceso que tuvo que ver con la colonización y después por las oleadas de migrantes desde África.
En México, en cambio, deseamos naturalizar por comodidad, por ahorrarnos el trabajo de producir jugadores. Muy distinto a aquellos elementos mexico-americanos o que se formaron en nuestro país, como Sinha, donde se justifica porque están integrados a nuestra sociedad.
Lo mismo pasa con la decisión de abolir el descenso, bajo el argumento de que en la MLS no existe, sin tomar en cuenta de que quizá aquella idiosincrasia el jugador no necesita esa presión para competir, pero aquí sí.
Hay cosas a favor nuestro, por ejemplo, el futbol mexicano está ubicado en una posición que pocos países tienen en el mundo, la situación geográfica de nuestro país permite la posibilidad de acceder a dos mundos distintos que nos pueden potencializar: el hambre competitivo del futbol sudamericano y la organización de la MLS.
Parados en un momento crucial de la historia, el talento de los directivos del futbol mexicano estará a prueba, para responder a algunas interrogantes:
¿Cuál es el estilo de juego que le sienta mejor a la Selección Mexicana de acuerdo a nuestras características emocionales, físicas, de biotipo, de temperamento, de costumbres?
¿Cómo volver más competitiva a la Liga MX?
¿Cómo producir jugadores con talento y liderazgo?
¿Cómo aprovechar nuestra ubicación geográfica?
Echarle la culpa sólo al técnico Diego Cocca o a los jugadores es insuficiente, porque los últimos fracasos están relacionados con todo un sistema, en lo que desde hace tiempo se convirtió en la crónica de un fracaso anunciado, recordando al gran Gabriel García Márquez.
Es fácil imitar, pero lo verdaderamente difícil es encontrar modelos deportivos y de negocio que sean compatibles con nuestra idiosincrasia.
Para responder a esas preguntas se necesita un talento especial.