Los anhelos de entretenimiento, exacerbados por las redes sociales y la híper conectividad, asociados con el exhibicionismo, han provocado que los espectáculos deportivos desborden la cancha.
Ya no es suficiente ver a los atletas en su desempeño sobre un terreno de juego. Es necesario darle a la fanaticada más y más, formatos nuevos de entretenimientos y diversión que se derramen por todo el estadio, para hacer de la asistencia a un juego se convierta en una experiencia lúdica totalizante.
Ahora, para planear un espectáculo profesional deportivo hay que contemplar a las mujeres, como público nuevo que, en años recientes ya se incorporó a la fiesta. Para ellas ya es atractivo ir al estadio porque, ya lo comprobaron, la experiencia de un cotejo en vivo es magnífica.
Vi el partido de Tigres contra Puebla, la vuelta de cuartos de final, la fría noche dominical del 3 de diciembre, en el Estadio de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
No hubo complicación para los locales que noquearon 3-0 a los visitantes. El desarrollo del compromiso estuvo parecido a una soberbia pachanga, porque hubo avasallamiento de los de la U.
Hubo regocijo por lo que ocurría en el césped, pero también en la tribuna. El club felino pone atención a los detalles y ofrece una buena experiencia periférica al juego basada, principalmente en una vistosa pantalla gigante en la que no solo se transmite el juego, si no que pasan videos, memorias, comerciales y entretenidas dinámicas para captar la atención de los en el graderío.
Me decía el veterano directivo de béisbol Roberto Magdaleno, alguna vez gerente de Sultanes de Monterrey y ahora director de operaciones del equipo de Conspiradores de Querétaro, de reciente creación, que una buena oferta para la clientela es hacer del juego un espectáculo que haga sentir bien y feliz al aficionado, independientemente del resultado. Claro que van al estadio a ver ganar a su equipo, pero mientras disfrutan del desarrollo del juego tienen qué pasársela bien, para que, al final del día, regresen a su casa con la sensación de que vivieron una jornada con entretenimiento de calidad, que valió la pena.
En esto, el beis lleva la ventaja al fut, como bien me decía Magdaleno. Si vemos, ahora hay fiesta en los estadios de pelota antes, durante y después del juego. Las actividades paralelas a lo que ocurre en el diamante se han vuelto tan rentables que ya hay que manejarlas con un oficina administrativa aparte. En Monterrey vemos que chicos y chicas llegan horas antes al estadio de Sultanes y comienzan su fiesta, aderezada con cerveza. Hay grupos musicales en vivo que amenizan la espera. Luego, en el partido, también hay actividades que involucran a los aficionados con los juegos de la pantalla gigante, y concursos variados. El béisbol es de larga duración y un partido de tres horas puede ser una experiencia difícil para alguien que no va a disfrutar únicamente el gusto de las buenas jugadas y el ajedrez que practica el manager con los jugadores.
Termina el encuentro y los muchachos siguen la fiesta, entrándole a las bebidas con el grupo en vivo. La casa siempre gana, aun cuando se apagan las luces en el diamante. Los nuevos públicos están formados por muchachos y el aficionado veterano, el que acostumbraba concentrarse en los sucesos del terreno, tiene qué acostumbrarse a esta moderna convivencia.
En el Estadio Universitario las acciones antes y después del partido son escasas pero, supongo, eventualmente tendrán que aparejarse igual a las del béisbol. La cámara traviesa que proyecta imágenes divertidas en el megamonitor hacen que los fans se entretengan en los tiempos muertos del juego, incluido el medio tiempo, que se comercializa bien con concursos de aficionados de escasa pericia que deben anotar goles o sortear obstáculos, en el nombre de un patrocinador que les da algunos premios como cervezas, hieleras, camisas, a cambio de hacer el show para la concurrencia.
Como en el béisbol, no tarda en meter el futbol espectáculos en vivo de cantantes antes de que ruede el balón para atraer a los jóvenes que quieren diversión de fin de semana. Las chicas que se interesan cada vez más en los partidos, que antes eran territorio de varones, también demandan su parcela para el esparcimiento y acompañadas de sus parejas o sus amigas se la pasan lindo en los juegos. Y se la pasarán mejor cuando se instalen amenidades antes y después de los silbatazos de inicio y final.
Hacia allá va el espectáculo deportivo.
No le encuentro falla al encuadre de este futuro. Elevo oraciones para que prevalezca, por encima de todo, el juego como principal producto de este redituable mercado de entretenimiento.