…Tigres pudo haber sido bicampeón, pero André-Pierre Gignac falló al menos un gol de cabeza a boca de jarro que, en el Estadio Universitario, hubiera terminado el balón dentro de las redes.
Pero por suerte la pelota fue directamente a las manos del portero que, aún con la fuerza que llevaba por la cercanía al área chica del delantero francés, Luis Ángel Malagón realizó una atajada milagrosa.
…Tigres pudo haber sigo bicampeón pero el obus del brasileño Carioca pegó en el travesaño que dejó mirando con asombro al arquero azulcrema.
Esas dos acciones, que enmudecieron a unos 76 mil aficionados locales (porque otros cuatro mil eran contrarios), la noche del domingo en el Estadio Azteca, debieron darle el bicampeonato a los dirigidos por Robert Dante Siboldi.
La tercera y última verdadera acción de peligro para los Tigres fue un tiro de volea de Gignac cuando apenas empezaba el encuentro.
Y para ser muy objetivos, el resto del partido Malagón se la pasó viendo el espectáculo.
Al contrario, el América con escuadras niveladas antes de la polémica expulsión de Fulgencio, falló varias antes el arquero Nahuel Guzmán quien de nuevo pudo llevarse la gloria en tanda de penalties.
Sin embargo Quiñones cabeceó a la derecha del argentino cuando en las tribunas se cantaba el gol; en otra acción el arquero evito con sus manos un disparo violento, y dos o tres veces más América estuvo muy cerca de anidar el balón pero hubo mala puntería.
…Tigres pudo haber sido bicampeón si el árbitro hubiera sido parejo para no expulsar a Fulgencio, aplicando el criterio de trajera amarilla que recibió Carioca por un mismo manotazo, y no la roja que fue la sepultura para los felinos.
El resto en los tiempos extras fue como el guión de una película de terror que se esperaba, cuando se vino el vendaval de ataques de las Águilas, sobre todo después del gol de Quiñones (1-0) y la expulsión de Nahuel.
…Durante 90 y tantos minutos Tigres pudo haber sido bicampeón. Pero así es el futbol. Unos ganan y otros pierden con o sin ayuda de los árbitros, como escribió José Ramón Fernández.
Y ya bájenle dos rayitas los ofendidos. El menos culpable es Fulgencio que fue a disputar una final del futbol mexicano con garra y corazón por delante, y con la cabeza caliente, en un escenario que impone: el histórico Coloso de Santa Úrsula.