El restaurante de carretera que le da prestigio a Tamaulipas por la calidad de su propuesta culinaria y la calidez de sus anfitriones es definitivamente “El Cuerudo Tamaulipeco” en el ejido Encinal de la ciudad de Jiménez, que nació gracias a la suma de circunstancias y azares de la vida que no hubieran sido posibles sin la vocación de trabajo de la familia Barrientos de León.
Definitivamente la presencia de Don Félix Mario Garza Peña en la vida de los Barrientos es un parteaguas, una suma de vivencias que al final construyó no solamente una amistad para toda la vida sino el negocio prospero que hoy es el patrimonio de una familia que le da lustre al terruño donde se desempeñan en su labor.
En verano de 1988, siendo gobernador de Tamaulipas el Ingeniero Américo Villarreal Guerra, decidió Don Félix pasar unos días con su familia en el rancho “Chupaderos” en el ejido el Barranco en Cruillas y antes de llegar a su rancho pasó por una fonda que atendían Don Jaime Barrientos y su esposa María Angélica. Este fue el primer contacto que el destino tenía como detonante de lo que vendría para ambos.
Al degustar Don Félix la maravilla de la sazón en el chicharrón y la barbacoa de la Señora Barrientos sintió un grato vértigo que le movió las entrañas de sus papilas gustativas con tanta fuerza que lo llevó a un paroxismo de sabor y quedó fascinado bajo el grato hechizo de la cocina campirana y gratamente sorprendido. Una vez concluido el festín pidió a Don Jaime si tenía mezcal de San Carlos, quien en primera instancia no se lo quiso vender. Don Félix amablemente se despidió y se fue para su rancho con su esposa la Señora Sara Garza y sus dos hijos y su hija.
A Don Jaime le quedó una pequeña sensación de incomodidad al no haberle vendido el mezcal.
Sintió para sus adentros que quizá no debía ser tan rigorista y decidió alcanzarlo y llevarle tres botellas. Conociendo a detalle los caminos de su ejido, tomo una brecha por la que la gano paso a Don Félix hasta que lo alcanzó y le dijo:
-Don Félix, aquí tiene sus botellas de mezcal de San Carlos.
– ¿Cuánto le debo?
-Nada, así déjelo, es un regalo mío y de mi esposa para Usted.
Este gesto de nobleza de personas que no conocía atrapó la atención de Don Félix quien aún iba pensando en la comida de la señora María Angélica como una suculenta ambrosía, ese alimento que en la mitología griega es el manjar y alimento de los dioses. De tal forma que la suma de los sabores y el buen corazón de este matrimonio toco las fibras mas generosas del empresario reynosense y dio paso para proponerles una sociedad para un restaurante.
Los miedos de la señora María Angélica frente al proyecto se hicieron presente en forma de amor al terruño en Cruillas, no quería dejar su amado ejido “El Barranco”. Toda su vida viviendo ahí y ahora le pedía su esposo moverse a la orilla de la carretera a Victoria en otro ejido, el Encinal, a 20 kilómetros, en un lugar que en primera instancia era un basurero el cual fue limpiado por su esposo para finalmente establecerse ahí en un restaurante de nombre “El Tamaulipeco”. Comenzaba la aventura empresarial de la mano de Don Félix.
Pasarón los años y el negocio se afianzó; supieron sortear los tiempos de inicio de las vacas flacas cuando aún nadie los conocía y poco a poco fueron conquistando el gusto de los viajeros de paso que iban y venían entre las ciudades de la frontera y la capital del Estado.
En una ocasión Don Félix pidió que le guardaran la carne de un venado en el congelador que con el paso del tiempo se olvidó. Pasaron los años y esa carne estuvo en el congelador por mucho tiempo hasta que alguien se acordó de ella. Don Félix pensó que tanto tiempo congelada quizá la había echado a perder y dio la orden que la tiraran. Pero la señora María Angélica que ha ejercido siempre una gran mayordomía le pidió a su esposo que le permitiera hacer un guisado para ver si la podía rescatar.
Fue entonces que su espíritu creador fluyó y su inspiración encendió las luces de su talento para cocinar innovando, a esa carne de venado eternamente congelada le habló con cariño y logró vencer su decaimiento semejante a esas atonías que desesperan a los convalecientes de una enfermedad grave, le devolvió la vida con una serie de condimentos; le puso cilantro, chile de monte, guisado en masa y especias muy apreciadas en su cocina que solo ella conoce.
Fue así como por un singular concurso de circunstancias nació el platillo exclusivo de “El Cuerudo Tamaulipeco” pues la carne de venado encilantrada le pareció deliciosa a Don Félix y de rebote nació el cabrito encilantrado que probó López Obrador en el Encinal.
El tiempo hablará.
Esta historia continuará.