En un principio, en Estados Unidos se jugaba soccer. Había una organización, la North American Soccer League (NASL) que buscaba animar a sus ciudadanos a aproximarse a ese juego incomprensible, que consistía en conducir la pelota con los pies para anidarla en una cabaña de hilos en el extremo opuesto de la cancha. Cuando menciono soccer, pienso en aquellos años de los 80, con el Cosmos de Nueva York, y Pelé, el primer jugador franquicia de la historia.
Más de cuatro décadas después veo en ese país que ya juegan futbol. En su actualidad palpitante y emocionante, el balompié de la Unión Americana está dominada por un nombre mágico: Lionel Messi. El circuito se llama Major League Soccer (MLS) Liga Mayor de Soccer, aunque allá son los menos los que le llaman así al deporte que ha sido mayormente ocupado por protagonistas latinos que en sus países de origen le llaman futbol o, como lo permite la Real Academia de Lengua Española, fútbol con acento, dependiendo del país donde se pronuncie.
Soccer es una palabra de origen adulterado. Viene de Association, palabra que se contrae en Soc y a la que se le agrega el sufijo cer, para hacer una síncopa o abreviatura del término de association football o futbol asociación. Se distanciaba, así del football derivado del rugby, que se jugaba con casco y cargando con las manos un balón en forma de huevo. La palabra no está incluida en el Diccionario de la Lengua Española, y aunque los estudiosos mencionan que procede de Inglaterra, en realidad se popularizó en norteamérica, pues en Londres les provoca horror su pronunciación.
En suelo estadounidense el deporte ya se afianzó con fuerza impulsado por la comunidad de hispanos, la mayoría de ellos mexicanos, que son casi el 20% de su población total. Las dos más grandes figuras que han jugado en ese país, Pelé y Messi, son latinos y el arrastre que generan entre la raza ha sido descomunal.
Pero las diferencias son diametrales: el soccer que practicó Edson Arantes fue contra rivales rubios de movimientos lerdos y de calidad ínfima. Aún se les ve en aquellas imágenes viejas del astro bailando sobre cancha sintética, en partidos de la NASL, seguido por tipos corpulentos con medias hasta las rodillas, que no tenían idea de lo que era mover la pelota con la cadencia para armar un ataque preciso, o para defender un contragolpe. En cambio, el futbol de Lionel Messi es de desarrollo de punta, hecho de gambetas y sociedad en la cancha, apuntalado por otros compañeros que son también migrantes del subcontinente sudamericano, que le hacen buenos coros, junto a algunos pocos nacionales que, en estos tiempos, tampoco desentonan.
Lio ahora brilla como nunca en las garzas del Inter de Miami, de la MLS. Él solo ha cargado con el equipo para hacerlo campeón de la Liga. Su presencia en cualquier lado genera una fiebre sin precedentes. Ningún futbolista ha tenido un reinado tan prolongado, ni siquiera O Rei, ha estado tanto tiempo en la cima. Y apenas hace un par de años pasado el argentino se proclamó campeón del mundo como estelar de una de las finales más emocionantes de la historia.
Ahora, ese Messi crepuscular, como lo ha llamado Valdano, todavía rinde frutos maduros y deliciosos. A sus 36 años, el rosarino todavía despliega un futbol de primer nivel. Es para no creerse cómo, aún hoy, atemoriza a sus adversarios, los sojuzga con su sola presencia.
El supernova de Miami ha sido piedra angular para dar impulso definitivo al futbol por encima del soccer. Su debut el 21 de julio del 2023 contra Cruz Azul, en la Leagues Cup es el juego de futbol más visto en la historia de la TV de EU. Para no variar, finalizó ese torneo como campeón.
Pelé, el del soccer, pasa a la historia como el más joven campeón del mundo, con 17 años, y el único que ha levantado la copa del orbe tres veces. Messi, el del futbol, ya la alzó una vez, y puede ser el primero en la historia en jugar seis mundiales, si la gasolina le alcanza para el 2026.