Lo que se presentó como un debate, resultó un fiasco. Denisse Maerker asegura que eso fue lo que el Instituto Nacional Electoral decidió y que no hubo manera de darle un sentido más efectivo que permitiera conocer propuestas concretas.
Claudia Sheinbaum trató de darle un rumbo más práctico, pero, poco logró. Xóchitl Gálvez perdió una oportunidad de oro para mostrar su naturaleza populachera e ingeniosa. Jorge Álvarez se hizo visible y con ello ganó mucho.
Lo peor fueron las preguntas enviadas por la ciudadanía y la absurda selección, así mismo los tiempos de respuesta.
Curiosamente, Gálvez declaró posteriormente que el formato fue ideado para favorecer a Sheinbaum, pero, es evidente que se trata del viejo truco de curarse en salud, pues el hecho de que no hubiera posibilidad de presentar un alegato más extenso le favoreció de calle, como quedó de manifiesto al cierre, cuando debió leer su declaración y presentó el escudo nacional de cabeza.
Ya en materia, Claudia fue puntual en su oferta que se resume en la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación de la vida pública nacional. Se vio ecuánime y segura de si misma, mostrando los resultados de su gestión como jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Xóchitl acudió a las mentiras de siempre, difundidas por los medios que han perdido sus privilegios; nada nuevo. Estuvo muy nerviosa y como arrinconada.
Jorge logró meterse en la contienda presidencial, pero, nada más. Se vio suelto y sonriente, acaso de más. En cuanto a las posiciones, es claro que la candidata de Sigamos Haciendo Historia se mantiene a la vanguardia (El País, diario español que no es progresista, le da 46 puntos en la calificación del debate).
Xóchitl fue criticada hasta por sus propios correligionarios (León Krauze dijo que se había limitado a ser candidata del PRIAN, con todo lo que ello significa), sigue en la segunda posición.
Máynez caminó para salir del sótano; pero, quizá le hizo falta ser más propositivo.