Ciudad de México.-
A lo largo de la historia, la humanidad ha quedado fascinada por la presencia de la Luna tanto de día como de noche. Este fenómeno, aparentemente paradójico, despierta nuestra curiosidad y nos invita a adentrarnos en los secretos del cosmos.
La Luna, ese fiel acompañante de nuestras noches estrelladas, nos sorprende también con su presencia en pleno día. Pero ¿cómo es posible que este satélite natural brille bajo el sol? La respuesta se encuentra en los intrincados movimientos de rotación y traslación que rigen nuestro sistema solar.
De acuerdo con National Geographic, aunque pueda parecerlo, la Luna no posee luz propia. En realidad, su brillo es el resultado del reflejo de la radiante luz solar que incide sobre su superficie. Este fenómeno, conocido como reflexión, es similar al que experimentan otros cuerpos celestes, como los planetas y sus lunas.
Durante el día, cuando el Sol ilumina nuestro cielo, la luz solar es lo suficientemente intensa como para que la Luna, a pesar de su distancia, refleje una porción significativa de este resplandor. Así, incluso en plena luz del día, podemos admirar su presencia en el firmamento.
La Luna de día no es un evento aleatorio, sino que sigue un patrón determinado por las fases lunares y la posición relativa de la Tierra, la Luna y el Sol.
Existen momentos específicos en los que este fenómeno es especialmente notable, como los días previos y posteriores a la Luna Llena.
Durante estos períodos, la Luna se encuentra en una posición que le permite ser visible en el cielo diurno, ya sea en las primeras horas de la mañana o en las últimas de la tarde. Su presencia, aunque sutil, añade un toque mágico al paisaje terrestre, recordándonos la belleza y complejidad del universo que habitamos.